TERROR EN LAS GRUTAS DE NOMBRE DE DIOS: SEGUNDA Y ÚLTIMA PARTE
30.11.2022 12:53 pm
Compártelo en:
"Oye, Luis, ¿y cómo vamos a volver?"
No te apures, nomás fíjate por dónde vamos, y en las huellas de los zapatos".
Aquello era seguro, nada les impediría visitar la cueva, y tampoco nada les impediría regresar sanos y a salvo. En sus previsiones no había cabida para contrariedad alguna.
El camino descendía paulatinamente, aunque con gran irregularidad, porque a cada paso los chavalos se asombraban con las estalactitas, pero con las estalagmitas que brotaban del suelo se raspaban los tobillos, caían y sangraban.
Para quienes no dominan las técnicas de la exploración de cuevas y cavernas, los peligros son innumerables, como el riesgo siempre presente de una caída fatal, de lesiones, quebraduras de piernas...
Los mineros y los gambusinos, quienes alguna vez en su vida se pierden en las entrañas de la tierra, tienen inclusive técnicas para combatir el miedo que puede hacer de un hombre una piltrafa en minutos. Un simple accidente que rompa o estropee la lámpara del gambusino, por ejemplo, lo dejará a 90 metros de profundidad, distante a varios kilómetros de la entrada de la mina, atrapado en la más completa oscuridad, solo, sin alimento, sin manera de comunicar a nadie su desgracia. La angustia de un accidente así impide al extraviado razonar con frialdad, y lo paralizará antes de que sus conocidos de afuera se den cuenta, pasados tres días, de que algo le está sucediendo y organicen una tardía partida de rescate.
Eso fue lo que sucedió al cuarteto de escolares, quienes, al cabo de tres horas sin resultados, decidieron regresar por el mismo camino, pero casi en la salida se dieron cuenta de que eran sólo tres. Faltaba Pascual, el más serio del grupo y quien durante todo el trayecto se estuvo retrasando a cada paso.
Esa misma tarde, la policía encabezó una brigada de rescate, en la que se incluyeron dos mineros con lámparas de carburo, así como la compañía de uno de los amigos de Pascualito.
Siete días de búsqueda ya auguraban el funesto resultado de una pérdida, cuando el jovencito fue localizado semiinconsciente y recostado en una grieta elevada por la que todos ellos habían pasado ya varias veces sin notar su presencia.
Desde entonces, en Nombre de Dios circularon detalles de todo tipo acerca de la trágica aventura de los escolares que se fueron de pinta, y del muchacho que tuvo que beber sus propios orines. Y entre todas las que se cuentan y se han contado, esa historia es la que más ha perdurado hasta estos días.
Autor: Froilán Meza Rivera
Fuente: https://www.eldiariodechihuahua.mx/
manuelgandaras@gmail.com
Portada
