En mi sueño, un niño se asomaba por la ventana, y yo de alguna manera supe que no era normal y me desperté... ¡por Dios, eran las 3 de la mañana! Tenía erizados los pelos de la nuca y sudaba yo como si saliera de un baño sauna.
Hice esfuerzo en despertar, y cuando abrí los ojos, frente a mí estaban una señora y un niño igualito al de mi sueño, como de cuatro años, güerito como la señora, quien era muy blanca y medio gordita. En eso volteo hacia mi gordo quien, como yo, dormía en un tendido que hicimos en el suelo de la sala, pero lo que retrataba su rostro era angustia... “Sueña lo mismo que yo, estoy segura” -me dije. Tardé como dos segundos en buscar con la vista a la señora y al niño, pero ya no estaban, y me dio mucho miedo como para levantarme a buscarlos.
Yo ya sabía que ellos no eran seres de este mundo.
Segura estoy de que esto no lo soñé, porque en mi casa del fraccionamiento Atenas, que queda justo enfrente de la capilla de la Quinta Carolina, pasan otras muchas cosas... otras cosas, como ruidos, y es frecuente que, desde adentro de la cocina, se abra aparentemente sola la cerradura de la puerta que da al patio.
A mí y a mi novio, que somos los que nos quedamos a dormir una vez por semana en esa casa, nos llama mucho la atención que se nos abra esa cerradura, después de que la dejamos cerrada con doble vuelta y con un truquito que tiene para levantarla al final de la segunda vuelta. ¡No es posible que dejemos todo cerrado, y que venga alguien y, sin abrir las otras cerraduras, pueda mover ésta!
La señora y su hijo güerito, estoy segura de que no son gente de antes, porque me acuerdo bien de que ella vestía un pantalón de mezclilla y una blusa negra, y que traía colita; y el niño traía una playera azul.
Los vi bien, porque a pesar de la hora, y a pesar de que no había ninguna luz en casa, por la ventana entraba todo el vislumbre de la lámpara del alumbrado público, que está justo enfrente.
Lo peor vino después, cuando mi novio despertó, como a las cinco de la mañana, y me confesó que había visto “algo muy feo”.
Primero, me dijo, había estado soñando con que él y yo estábamos en un campo amplio, como una cancha de futbol, y que se empezó a ver una gigantesca nube de polvo que nos iba a envolver y que cuando lo hiciera, nos iba a ahogar. Despertó en ese punto mi gordis, pero ya despierto vio cómo una multitud de personas venían corriendo en una estampida directamente a nosotros, y que nos pasó por encima.
“Clarito sentí que nos iban a aplastar, y lo primero que se me ocurrió fue abrazarte para que no te hicieran daño”, me relató minutos después.
Gritó mi novio y desperté, y nos quedamos ahí entrelazados, para protegernos de todas las cosas que nos suceden en esa casa, a la que me dan cada vez menos ganas de visitar el fin de semana.
Autor: Froylan Meza Rivera
Fuente: https://www.eldiariodechihuahua.mx/
manuelgandaras@gmail.com
JD
|