EL LAVADERO DIGITAL Por:
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- “Hemos convertido a las redes sociales en auténticos lavaderos digitales donde se restregan rencores y odios escondidos en el fondo del alma”
- “Y luego, remojada la honra la golpeamos contra el lavadero y terminamos exponiendo las sábanas al sol y al público, exhibiendo miserias y vergüenzas ajenas”
¿Se ha imaginado la posibilidad de un instituto global de enseñanza y actualización tecnológica donde los estudiantes puedan salir titulados en licenciatura en rumores, maestría en mentiras o doctorado en posverdad?
¿Se ha puesto a pensar que ahora los púlpitos y tribunas religiosas o académicas equivalen a liturgias televisivas, donde se ventilan y descalifican a personajes o actores políticos, degradando la actividad política de construir y edificar por la de destruir?
Hemos convertido a las redes sociales en auténticos lavaderos digitales donde se restregan rencores y odios escondidos en el fondo del alma, se remojan y enjabonan deudas y venganzas trasnochadas y con la ventaja de que se abusa del anonimato se sueltan los “chamucos” como decían las abuelas.
Y luego, remojada la honra la golpeamos contra el lavadero y terminamos exponiendo las sábanas al sol y al público, exhibiendo miserias y vergüenzas ajenas.
En las redes se pueden tejer “verdades” o desbaratar reputaciones y certezas. Cada vez que tomamos un celular somos parte del gran concierto donde se van tejiendo redes. Unos las usan para bien y otros para mal. Depende de la conciencia y voluntad de cada uno, pero la herramienta ahí está, la diferencia está en el uso y abuso, en la intención y finalidad de dañar o beneficiar. Las redes sociales son benditas cuando nos satisfacen y benefician y se transforman en redes malditas cuando ya no conviene a nuestro interés o a nuestras “verdades”.
Los seres humanos siempre hemos tenido la misma condición, seguimos siendo los mismos con atributos y defectos de siempre. La diferencia es que ahora disponemos de recursos tecnológicos para multiplicar a una potencia infinitesimal las intenciones y efectos. Antes en la era predigital para construir un rumor se iba edificando un andamio para sostener una mentira sobre otra mentira, lo que podía llevar días o semanas. Poco a poco iba escalando de nivel e intensidad, hasta que se desmontaba moviendo un peldaño y todo se derrumbaba.
Ahora, un simple click en la instantaneidad de un segundo dispara al mundo digital de las redes sociales el rumor a todos puntos cardinales habidos y por haber. De mi Facebook o mi Twitter al mundo entero, asi de sencillo.
He escuchado la expresión de que los chismes y rumores siempre han existido; que el ser humano desde que es humano siempre ha sido chismoso y que nos apasiona meternos en las vidas privadas, en sentirnos jueces del actuar de los demás sin conocer la realidad y sin escuchar otra versión, alimentando nuestras vísceras con el dolo, mala fe y, sobre todo, perversión para crucificar a alguien a quien envidiamos o nos sentimos impotentes de alcanzar.
Y efectivamente es cierto. El rumor es una deformación de carácter que nos impide reconocer lo bueno de los demás y sólo queremos localizar y magnificar una mentira, una falsa acusación y hundir al prójimo. Los chismosos son los frustrados y amargados del éxito de los demás, son los fracasados que, ante la ausencia de logros propios, critican los logros ajenos.
La diferencia es que antes los rumores corrían por los callejones de la desinformación y la ignorancia, que se atrincheraban en las cantinas y lavaderos, en las tertulias y reuniones de comadres. Que recorrían como serpientes buscando por donde introducirse y avanzar hasta que alguien con el bastón de la verdad destrozaba la cabeza.
Varios defectos de carácter humano se han ido moderando o transformando en nuevas expresiones. Sin embargo, la modernización tecnológica también ha arribado en el rumoreo: de chismes se rebautizaron como imprecisiones, fake news, infodemia o desinformación e hizo su presentación estelar y cínica con la rimbombante palabra de posverdad. Del chisme artesanal que iba construyendo falsas situaciones o creando personajes se masificó con los medios de comunicación de masas, donde los emisores tenían la gran oportunidad o responsabilidad de generar contenidos falsos o verdaderos a millones de receptores.
Ahí todavía se ubicaba al generador del rumor y el responsable estaba perfectamente identificado. Había a quien demandar o a quien reclamar con el derecho de réplica. Con el invento de internet, también el mundo de los rumores dará un vuelco inesperado a través de las llamadas redes sociales que funcionan como verdaderos lavaderos digitales.
Las redes sociales son donde se lava y exhibe la ropa sucia, los pecados y falsas acusaciones, los chismes o rumores sin comprobar son expuestos al escarnio público. La exigencia de la privacidad o el derecho a la vida íntima la hemos vulnerado con las redes sociales por la ventaja de que se abusa del anonimato y se esconden en falsas identidades o perfiles inventados. Se abusa de que internet no está regulado y cualquier persona accede, con buenas o malas intenciones como lobos disfrazados de ovejas.
El lavadero de las comadres equivale ahora a los chismes en el chat, los rumores y falsedades en Facebook, la posverdad en discursos de políticos mentirosos o que dicen sus “verdades alternas”.
Roberto Solarte de la Pontificia Universidad Javeriana, en un ensayo titulado “Posverdad y Apocalipsis”[i] advierte que en el mundo digital es verdad lo que nos llega a los teléfonos celulares, que son prótesis para los ojos del yo de la primera página que acabamos de leer. Eso que vemos, que leemos, que nos envía una persona en la que confiamos, damos por un hecho que es verdad el contenido de los envíos. No solemos dudar. Al contrario, cualquier cuestionamiento, por mínimo que sea, a esa verdad en la que creemos, hace que reafirmemos nuestra creencia y que consideremos a quien nos cuestionan es nuestro enemigo, o que, por lo menos, dudemos si lo cancelamos de nuestras “amistades” virtuales.
Esa posverdad la llama máquina de construcción de víctimas o también le podríamos titular como destrucción de inocentes, que equivale a lo mismo.
La posverdad, está montada sobre las redes sociales lamentablemente. Es uno de sus principales vehículos de transmisión y difusión. Supuestamente genera opinión, con la enorme confusión de que opinión equivale a verdad y con mayor precisión, a la posverdad, que es la justificación de la mentira o la imprecisión en una alternativa de realdiad.
Si recurrimos a Girard[ii] la “posverdad sería una de las características del mundo apocalíptico, en el que sigue a la revelación que culmina con la crucifixión de Cristo. Al rechazar la revelación se sigue el engaño o la posverdad y se avanza en ella de modo creciente, tendiendo a llevar la violencia hacia los extremos, hacia la destrucción. Para él, de lo que se trata en la posverdad es de la violencia misma. Lo que era el mito en las sociedades arcaicas, que encubría el asesinato y la violencia en la que ella se fundaba se ha convertido, gracias a las nuevas tecnologías de la comunicación y la información, en posverdad, pura exacerbación de los odios a partir de mentiras. La diferencia es que las sociedades primitivas no sabían que mentían, la posverdad reside en mentir de manera intencional”.
Ahora, en los lavaderos digitales que residen en las redes sociales, la ropa es el odio descontrolado que se expresa en mentiras elaboradas con resentimiento y deseos de venganza. Esa ropa íntima se expone impunemente a la vista de todos.
Por eso, ahora la ropa sucia se lava y se exhibe...pero en las redes sociales.
jcontreraso@uach.mx
Autor: Javier Horacio Contreras Orozco
Fuente: WWW.eldiaiodechihuahua.mx
manuelgandaras@gmail.com