REGRESO A LAS AULAS: ¡ESTAMOS LISTOS!
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LAURA ESTELA ORTIZ MARTÍNEZ
La presencia del coronavirus que nos paralizaba, causaba inseguridad y nos sacaba de control va desvaneciéndose poco a poco, una nueva era de normalidad está iniciando, el optimismo no decae, aunque tengamos mucho temor e incertidumbre como testigos. Miles de niños, de primaria, adolescentes de secundaria, preparatoria y maestros regresamos a la escuela. Los sólidos sentimientos de empatía y de amor por nuestra vocación nos invitan a retomar el camino de esos invaluables y extenuantes días de jornada donde las clases de química, física y matemáticas se repiten en las aulas. El invierno frío donde el vapor se condensa en los cristales de las ventanas y las líneas de pupitres llenos de alumnos no nos asustan, más bien nos invitan y sumergen nuevamente en esa vida mágica del alumno, del maestro y la lección aprendida.
Para muchos la escuela se convierte ahora en un oasis en medio del desierto. La habitual voz de la vida cotidiana, del encierro, de la monotonía se termina por fin, abriendo camino a las aventuras, a paisajes nuevos de enseñanza y aprendizaje, a senderos de convivencia y amistad. Hacer línea en la cafetería, correr por los pasillos y brincar las escaleras de dos en dos vuelve a llenar de emoción y de energía los corazones de pequeños y jóvenes estudiantes, y esa adrenalina de llegar a tiempo, de revisar lecciones y tareas nos hace sentir vivos nuevamente. Estamos listos para recomenzar y hacerlo de la mejor manera. Adiós a los monólogos grises y tristes con la pantalla de una televisión o una computadora tan impersonales y vacíos que empezaban a enfermarnos de soledad a los que estamos acostumbrados a vivir en una sociedad bulliciosa y feliz.
La experiencia educativa en la pandemia tocó lo mismo a maestros como a estudiantes y a padres de familia. En el pasado reciente, la educación se convirtió en un proceso difícil en el cual los padres debían acercarse más y ayudar y ser, también, una parte fundamental de la formación educativa de sus hijos.
Definitivamente, no era lo mismo asistir a juntas escolares o recibir calificaciones mes tras mes que estar pendientes, todos los días, de los contenidos, del envío de archivos y guías, y de hacer llegar las evidencias de que sus hijos estaban realizando cada una de las actividades y tareas encomendadas.
Fue una labor titánica de los padres de familia y maestros involucrarnos en algo para lo que no estábamos familiarizados.
Y se puede decir que los maestros tuvimos que enfrentarnos repentinamente a una forma inédita para establecer contacto a través de los medios electrónicos y digitales y a las plataformas de evaluación que siempre fueron desconocidas.
Desde esta perspectiva, esto desarrolló la empatía hacia los protagonistas, maestros y alumnos. Gracias a estas necesarias formas de realizar, con los métodos al alcance, con las herramientas disponibles, se ha llegado a ciertos resultados positivos.
Sin embargo, también hay que agregar en los saldos y recuentos, el cansancio derivado del uso prolongado de las tecnologías, igualmente los problemas técnicos a los que profesores, estudiantes y padres se enfrentaron y se enfrentan aún: actualización de los programas obsoletos de computadoras, tabletas y teléfonos celulares, programas de conectividad a internet y también la falta de contacto social con los pares: tanto de los estudiantes como de los propios maestros, convocados a reuniones de trabajo, pero con ausencia de la necesaria interacción informal en los pasillos y patios de las escuelas y ese tan necesario saludo y contacto corporal de compañerismo y amistad en la entrada y la salida de las mismas. Y es que llegar al reloj checador y tomar un café, compartir alimentos, comprar dulces, elotes y golosinas fuera de la escuela es una parte indiscutiblemente importante e inherente ¡necesaria! en la convivencia y en la educación.
Es un hecho que se hizo un gran esfuerzo para que las cosas funcionaran de la mejor manera hasta donde fue posible. Casi dos años de encierro derivó en estrés y cansancio. Ahora que el regreso a las aulas de manera presencial es una realidad inminente, resulta importante que consideremos aspectos nuevos en los métodos y programas de estudio, en la forma de impartir clase, tomando en cuenta el aspecto emocional: luego del encierro se llega al salón de clases con las dolorosas pérdidas de familiares y amigos, secuelas físicas y enfermedades mentales causadas por el Covid. Todos los días, el maestro llevará el reto de acompañarse de una sonrisa y una gran dosis de compresión, solidaridad y afecto para sus alumnos que han sufrido y para compensar sus propias pérdidas y tristezas.
Es un asunto a considerar que la programación de actividades escolares ha de sustentarse en contenidos que no pretendan ser exhaustivos. Es muy importante dosificar los ahora llamados aprendizajes esperados, a fin de hacer que la experiencia educativa tenga mejores resultados. De nada servirá llenar el panorama de información si no es posible, por el exceso, que sea procesada por el estudiante y ejecutada por el docente.
Para quienes impartimos clase, los retos han llevado a una búsqueda permanente de nuevas formas y de nuevas interacciones con los alumnos. Para ellos ha sido igualmente un desafío. Estamos seguros de que los aprendizajes han sido muchos para uno y otro protagonistas en este proceso. Y de igual forma para los padres de familia. Para muchos de éstos, un desafío muy potente que tiene que ver igualmente con el tema económico.
Hemos demostrado con esfuerzo y responsabilidad lo posible que es y será avanzar en este proceso si las tres partes abonamos en él de manera coherente y funcional. Unos necesitamos de otros y es claro que las exigencias deben ir de la mano de las realidades de la sociedad, de cada maestro, de cada padre de familia, de cada alumno, de cada escuela y de cada hogar.
Aunque el pesimismo impera en muchos, la búsqueda de alternativas de convivencia humana debe convertirse ya en un motor que nos lleve a navegar nuevamente y convertirnos en una sociedad fortalecida. Niños y jóvenes no son el futuro, son el ahora.
Que se haga posible un retorno a la escuela, amoroso, comprensivo, empático, con un espíritu que haga honor a un importante esfuerzo conjunto y a esa sagrada actividad llamada educación. Que enseñar siga siendo una tarea promisoria. Un oficio en el que la esperanza sea colocada en una canasta que los alumnos han de tomar cada mañana junto a su maestro que la ofrece, para aprovechar ese importante producto envuelto en un cálido aroma de ternura y respeto. Estamos listos.
Autor: Laura Ortiz
Fuente: eldiariodechihuahua.mx
manuelgandaras@hotmail.com
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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