Por: J. M. Rentería
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El cuento
Gabriel y Gabriela; El encuentro
Por Jesús Manuel Rentería
El cuento
Gabriel y Gabriela; El encuentro
Por Jesús Manuel Rentería
Se encuentra el hombre parado a escasos metros de las vías del ferrocarril. Ha dejado atrás las luces y el bullicio propios de la fecha. Es una muy fría Nochebuena.
LLeva un largo abrigo negro de cuyo bolsillo interior saca una botella de medio litro de “tradicional”, apura un trago y la guarda de nuevo. Son un poco más de las 10 de la noche. Falta más de hora y media, piensa. Saca un cigarrillo. Al encenderlo la flama del encendedor ilumina apenas un rostro taciturno.
Al otro lado de las vías férreas divisa un pequeño bulto, parece una mujer, sí es una mujer.
La dama se protege del frío también con un abrigo de color negro. Está totalmente inmóvil, como petrificada, como ausente. Sí, sólo su cuerpo está allí, ella no.
El tipo cruza los rieles y se aproxima a ella y le dice: Hola.
La mujer ni siquiera voltea a verlo y responde con un frío: Hola.
--¿porqué? Pregunta él
--¿porqué que?
--porqué te quieres ir? Es obvio que estamos aquí por la misma razón, los dos queremos partir.
--Es que…..-- duda un momento—no le encuentro sentido a la vida. Creo que nunca lo ha tenido. Habla como si las palabras estuvieran estado ahí, guardadas en espera de oídos que las quisieran escuchar. Mis padres murieron hace tiempo. Nunca me casé por dedicar mi tiempo a ellos. No me considero fea, sin embargo creo que algo de mi repele a los hombres y hace tiempo me detectaron un cáncer que me deprimió aún más…y aquí estoy…
--Actualmente hay muchas alternativas, alguna intervención, quimioterapia, radioterapia…
--Si, lo se, aunque en realidad no quiero iniciar una batalla que ni siquiera estoy segura de querer ganar…creo que ese cáncer ya me invadió el alma… como dice una canción “si un día fui feliz ya ni me acuerdo” --¿Cómo te llamas?
--Gabriel, ¿y tu?
--Gabriela
--¿porqué te quieres “ir”? como tu dices
--Mi situación actual es muy parecida a la tuya, vivo solo y enfermo de diabetes con todas las complicaciones que trae consigo, y ya empiezan los dolores que –estoy seguro-- empeorarán cada día.
--¿fuiste felíz?
--si, mucho, tuve una hermosa y buena esposa, dos hijos… viví años maravillosos, como dijo Amado Nervo: Amé, fui amado. El sol, acarició mi faz. Vida nada de te debo.. Vida estamos en paz…
--ahí viene, dice ella en un susurro
--si, ahí viene, responde el con voz enronquecida por la emoción
A lo lejos se escucha el silbato de la locomotora y se ve la luz del potente faro.
--¿vamos?
--vamos.
--se toman de la mano, caminan, se paran justo entre los dos rieles donde se funden en un estrecho abrazo.
--¿lo intentarías? Pregunta él
--¿intentar que?
--unir nuestras soledades. Plantarle cara a todo. Pelear juntos cada una de las batallas que trae una guerra que al final inevitablemente perderemos…
¿quieres?
--Si quiero, ¿tu?
-- La luz del faro ya los deslumbra y el traqueteo de las máquinas casi ahoga las voces.
--vamos pues
Caminan juntos tomados de la mano y se paran a escasos cinco metros de las vías. Tomados de la mano. Contemplando el vertiginoso y ensordecedor paso del tren.
Cuando el último vagón se pierde en la lejanía, él saca el “tradicional” , apura el último trago, arroja la bote hacia atrás y le pregunta.
--¿alguien te espera? pregunta mientras le pasa el brazo por el hombro.
--no, ¿y a ti?
--tampoco, ¿Qué quieres cenar?
--lo que sea, responde ella mientras reclina la cabeza en su hombro…..
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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