Por: J. M. Rentería
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La madre
Por Jesús Manuel Rentería
La sólida reja metálica se cierra estrepitosamente a espaldas de Juan Carlos. Son 10 años perdidos. Un tercio de su vida en las detestables celdas del penal. Un poco más de 3,650 días de infierno. De vejaciones, de suf
Sale con una pesada carga de rencor hacia todo y hacia todos. Su fruncido entrecejo se hace más evidente cuando llega a su mente un retazo de lo vivido en esa cárcel. Un chispazo de ira brilla en sus ojos negros como la noche. Juan Carlos nacido y crecido en el arrabal, no supo exactamente en que momento de su existencia se vio envuelto en la vorágine de la violencia y el delito. Ajeno a las lágrimas y suplicas de su madre, quien por falta de carácter no pudo llevarlo por buen camino.
Con un además casi violento se echa el hombro la raída mochila en la que lleva sus exiguas pertenencias personales –debí dejar todo allí, para que nada me recordara esa etapa de mi vida- piensa. Son un poco más de 50 pasos los que lo separan de la última reja y la calle. De la ansiada libertad. Del aire fresco. De la luz. Inicia el andar. Sus pasos resuenan como amplificados por la amplitud del austero recinto.
A punto de alcanzar la calle repara en un pequeño bulto vestido con ropas andrajosas. Es una mujer casi anciana que desde su sitio y casi ocultos los ojos por un viejísimo y sucio chal lo contempla amorosa. Juan Carlos apenas la reconoce, ¡ Madre ! –exclama- ¿Cuánto tiempo tienes ahí¿
--Diez años, hijo mío, diez años.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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