Por: J. M. Rentería
Compártelo en:
Están los dos hombres sentados en la banca del parque. Son de edades similares, tal vez unos 30 años. Uno de ellos con aire un tanto cínico y superficial, en tanto que el otro es del tipo tierno y sentimental. Muy diferentes entre sí.
--¿Qué hay compa? Pregunta el primero..
--nada, espero a una damita
--¿una cita?
--no en realidad ni siquiera es seguro que pase por aquí, ¿y tu?
--yo si tengo una cita con una mujer..
--bien, responde el tierno con aire indiferente
--es una chava como no te la imaginas, es toda pasión, es de esas que llevan lava en las venas. Hechas para el amor, como si las diosas mitológicas les hubieran trasmitido los refinados secretos en las artes amatorias
--¿si? Se interesa el otro
--si amigo, ella es la sensualidad hecha mujer, como si Alguien le hubiera imbuido en el cuerpo y en el alma ese indefinible toque que enloquece a los hombres. Simplemente verla es desearla y tenerla es la gloria, ¿y la tuya?
--en realidad no ha sido mía y seguramente nunca lo será
--porqué? Inquiere el otro
--porque ella es todo candor y pureza, solamente hemos platicado tres veces y solamente hubo un leve roce de nuestras manos al caminar mientras cruzábamos el parque, y ella retiró la suya como si la mía quemara. Así es ella, toda pureza. Su mirada es escurridiza y limpia. Creo que aunque se presentara la ocasión no sería yo capaz de mancillar su segura doncellez. Ni siquiera de profanar sus virginales labios. Ni siquiera ofenderla con el deleite de su desnudez..
--debe ser muy especial ella..
--lo es
Voltean ambos a ver a una mujer que se aproxima y al unísono dicen: Ahí viene
|
...............................................
...............................................
 |
|
Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
|
Portada
