DESESPERACIÓN
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Perder la calma, la armonía y el equilibrio emocional es algo que siempre puede ocurrirnos. Puede pasar sin que nos demos cuenta; de pronto dejamos que la emoción de un suceso nos rebase y permitimos que haya desborde del autocontrol que acostumbramos.
Cuando esa pérdida de control nos abrasa, caemos en la trampa, tendida por otra persona que, hizo algo a propósito o sin él, pero que lo coloca en ventaja para lo que sea que se trate la situación.
Si usted es como yo, y como la mayoría, al dejar fluir las emociones, seguramente haremos o diremos algo fuera de lugar o, por lo menos, alzaremos la voz o perderemos el estilo o, en un extremo, faltaremos al respeto a aquella persona. Luego, tendremos que reiniciar el asunto con una disculpa.
La situación no será igual, la desventaja podrá propiciar que tengamos un resultado con menor expectativa que el que podría haberse dado si el control se hubiera conservado. Desde luego, habrá excepciones, que sólo confirmarían la regla.
A la hora de la convivencia familiar, social o laboral nunca se permita el lujo de perder los estribos. Es muy difícil que las cosas vuelvan a la situación en que estaban antes de un descontrol emocional.
Recuerde el cuento de Pito Pérez, cuando pide consejo al sacerdote de cómo recomponer las cosas, luego de tantos males que ha causado, merced su mal carácter y pérdida del control, llegando a golpear a su familia. El sacerdote lo manda a desplumar un pollo, luego le pide que, desde el campanario, suelte las plumas al viento, enseguida lo manda a recogerlas y colocárselas de nuevo al pollo.
¿Imposible? Así queda algo que destrozamos con nuestras acciones o palabras cuando perdemos el control; imposible de reparar. Sin embargo, existe el perdón, la disculpa y, sobre todo, la humildad de reconocer los errores.
Comentarios con fernandoherreramartinez1956@hotmail.com
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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