Por: J. M. Rentería
Compártelo en:
De algún rincón de la semivacía cantina surge una voz. Alguien habla en una perfecta imitación de Antonio Aguilar. Es como si el Charro de Zacatecas estuviera ahí. Se escucha su clásico “válgame” con su inconfundible acento campirano.
Pareciera como si de un momento a otro podría aparecer Tony con su sombrero y su paliacate anudado al cuello.
De pronto la voz cambia. Ahora habla Lalo González “ El Piporro” con el sumamente conocido tono norteño. Ya lo imagina uno con una gorra texana haciendo juego con las botas y la chaqueta con barbas muy al estilo de los estados del norte. De un momento a otro podría aparecer bailando al ritmo del taconazo “entrele con fe l bailazo agarre bailadora agárrela del brazo” porque con el zangolotello……
Pero, ¿de donde vienen esas voces? Los pocos parroquianos que están en la barra se miran entre si asombrados, ¿Quién es? Se preguntan. Subitamente se registra otro sorprendente cambio, ya no es El Piporro ni Antonio Aguilar, ahora se trata de el charro de Huentitán, Vicente Fernández, quien se dirige a un público imaginario y también a su Potrillo, Alejandro. En ese momento la voz se hace más fuerte. Se escucha más cercana. Justo en ese instante aparece por la puerta del baño el autor de esas voces. Habla y se mueve con el harto conocido contoneo de “Chente”. Yo lo conozco, me digo. Si, es mi amigo Arturo Navarro, quien se frota el bigote mientras se acomoda en una de las mesas. Si, es Arturo Navarro
|
...............................................
...............................................
|
Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
|