UN CUENTO: ARNOLDO
Por: J. M. Rentería
Compártelo en:
Un cuento…
Arnoldo.. “el varo”
Por Jesús Manuel Rentería
Con pasos rápidos Arnoldo entra a la mercería y pide a la jovencita que se encuentra de espaldas al mostrador –me da una cuerda para guitarra por favor, la primera. La damita voltea y Arnoldo s
No es un cuerpo exuberante, sin embargo sus líneas suaves armonizan perfecto con su rostro sin maquillaje y su pelo largo y suelto, no debe tener más de 17 años
Regresa la dependienta con la cuerda, Arnoldo, completamente turbado la toma con manos torpes y la coloca en la guitarra que tiene colocada en el mostrador, esa acción normalmente la ejecuta en un máximo de dos minutos, en esta ocasión le toma el doble del tiempo, la causa: la presencia de la hermosa chiquilla que lo mira con una sonrisa que le ilumina toda la cara.
Finalmente Arnoldo afina la guitarra, paga el importe de la cuerda y le dice a la jovencita –es usted hermosa, Dios la puso en mi camino para que me alegrara la mañana, todo el día y quizá toda la vida. La niña, se sonroja y sólo atina a preguntarle si es músico.
Arnoldo se mosquea un poco y responde que si, que da clases particulares y que los fines de semana toca con un grupo.
--¿le puedo cantar una canción?
--No, adentro está el jefe y me regañaría, es muy estricto.
Con aplomo responde Arnoldo, --aquí adentro a lo mejor no puedo, pero en la banqueta nadie me lo puede impedir, y sale del negocio y a toda voz le canta “primera vez”, una hermosa canción de Ricardo Arjona.
Una vez terminada la canción Arnoldo se inclina ligeramente a guisa de despedida, mientras su Dulcinea le dedica una leve sonrisa, una prometedora mirada y un abanicar de pestañas que calan profundo en el ánimo del trovador.
--Dios mío es encantadora, que preciosa mujercita, que ojos, que boca, que pelo, que todo --piensa – acabando de chambear voy a la casa a bañarme para venir a verla, con suerte logro que sea mi novia y hasta me caso con ella, fantasea.
Arnoldo, de un poco mas de 25 años, bajito de estatura, de aspecto desaliñado, aficionado al “mezcalito” desde hace ya muchos años, de ojillos grandes y saltones y algo cachetón, en realidad no mintió al decir que es músico, sólo omitió decir que vive de cantar en los camiones urbanos de todas las rutas de la ciudad.
Con más ánimo que nunca, ilusionado por la niña de la que ni siquiera sabe su nombre, Arnoldo sube y baja de los camiones recibiendo a cambio de su arte algunas monedas que va guardando en los bolsillos, ciertamente no le va tan mal, no sabe que está a punto de sufrir lo que él mismo catalogó como la peor humillación de toda su vida.
Sube por la puerta trasera de un autobús que cubre la ruta a las colonias del sur de la ciudad, va casi lleno. Se recarga en uno de los asientos y empieza a cantar “de niña a mujer”, aquella canción de Julio Iglesias. Toda la mañana Arnoldo ha cantado como jamás lo había hecho en toda su vida. Piensa en su “niña” y eso le saca un desconocido sentimiento.
Termina la canción y avanza hacia el frente del autobús con la mano izquierda extendida y solicitando: con lo que guste cooperar , recibe las monedas, las guarda en el bolsillo, llega al asiento de adelante y recibe de la mano de una damita una moneda de un peso, voltea a ver a la persona y siente que se le derrumba el mundo, es la jovencita de la mercería, su amada desconocida, quien con una encantadora sonrisa le deja la moneda en la palma de la mano.
Arnoldo siente que ese “varo” como les llama él le quema la mano, no acierta a decir nada, sólo baja apresuradamente del autobús, se retira y ya a solas irrumpe en llanto.
Actualmente Arnoldo todavía conserva entre sus más preciadas cosas ese “varo” que alguna vez estuvo en la mano de su adorada desconocida.
|
...............................................
...............................................
 |
|
Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
|
Portada
