UN CUENTO... UNA ILUSION
Por: J. M. Rentería
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Un cuento…
Una ilusión..
Por Jesús Manuel Rentería
Con manos temblorosas, el hombre, José, saca su cartera y de ella toma 10 billetes de quinientos pesos cada uno y los deposita en la pulida superficie de la barra al tiempo que dice en voz baja a su ac
El otro, Felipe, toma los billetes con toda la calma del mundo, los guarda en su cartera, al terminar la sencilla operación en más tiempo del necesario, dice –descuida, todo será tal y como lo acordamos –repitemelo—exige José –quiero la total seguridad de que todo está bien claro.
--Bien -- será en un plazo máximo de tres meses contados a partir del próximo domingo, de manera instantánea y sin mucho escándalo….aunque las ejecuciones siempre son escandalosas, tu sabes.. hace una pausa y da un sorbo a su cerveza.
--Lo se – concede el primero—aunque quiero que sea lo mas discreto posible, tal vez un “levantón” y el resto en despoblado.
--Es necesario –indica Felipe—que lo pienses muy bien es algo muy importante lo que me estas pidiendo, y si mañana cambias de opinión tal vez ya no sea posible dar marcha atrás, mis amigos, los del “contrato” jamás dejan de cumplir alguno.
--Ya no hay más que pensar-- responde José con voz que no refleja emoción alguna—fue para mi muy difícil tomar esta decisión, ya nada tiene sentido, a mis sesenta años solamente me dedico a ver pasar la vida, sin familia, sin salud, creo que ya Dios no tiene nada para mi, si no hago por mi propia mano lo que te pido es porque no tengo el valor necesario.
--Entonces no hay nada más que hablar, concluye Felipe, da un último trago a su cerveza, paga el consumo y se retira tras palmear afectuosamente la espalda de José.
Dos días después, fiel a su diaria rutina José se acomoda en la barra de la misma cantina, como todos los días se tomará dos o tres cervezas en un lapso de dos o tres horas para luego ir a casa a rumiar su vacío e infelicidad. Sin embargo esa no será una tarde como las anteriores. Una mujer está sentada justo en el otro extremo de la barra consumiendo una bebida. Es muy bonita. Morena. Irradia sensualidad. Tal vez tenga un poco menos de cincuenta años. Sus miradas se encuentran en el espejo de la contrabarra. Con los ojos ella hace tácita una invitación. José, nervioso como un adolescente se sienta junto a ella e inicia primero una charla intrascendente, luego vienen las confidencias—ambos vienen de una separación dolorosa-- y en un poco más de una hora ya sienten que se conocen de toda la vida. Así se da el milagro que devuelve a José las ganas de vivir, ese milagro se llama Alicia…
--Así que cambiaste de parecer—interroga Felipe con una enigmática sonrisa en el rostro, --¿y eso?
Radiante, con esa emoción que sólo da la ilusión perdida, Responde José, se trata de una mujer, la más maravillosa que te puedas imaginar, llegó a mi y me trajo nueva vitalidad, otra vez siento, otra vez amo, estoy vivo, quiero vivir con ella y para ella, soy inmensamente felíz, quiero que llames a tus amigos y canceles el “contrato”, el dinero no importa, ya conocerás a Alicia y comprenderas lo que siento.
--No te preocupes, el “contrato” no existe, aquí tienes tu dinero. Y en cuanto a tu Alicia, la conozco, ¿Quién crees que la envió con el único propósito de que tratara de darte una nueva ilusión y recuperar la propia?.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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