VUELO DE PALOMAS
Por: J. M. Rentería
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El reloj marca las 11 de la noche. El sitio está semivacío. Cosa común en un martes. En la barra se encuentran dos parejas, todos ellos de un poco más de 30 años.
Los cuatro –aunque visten ropa informal— tienen ese “discreto encanto de la burguesía”. Ellos muy pulcros, quizá se les nota un poco la barba crecida en todo ese día. Ambos llevan pantalón de vestir y playeras tipo Polo aunque en diferentes colores. Ellas, en ropa de oficina, faldas un poco arriba de la rodilla y blusas de seda con los accesorios adecuados, no “recargados” como suele ocurrir en personas de escaso gusto.
La primera pareja, ambos rubios de ojos muy claros y tez muy blanca. La otra morenos apiñonados. Todos de facciones correctas y modales finos. Se nota de inmediato que son gente “bien”.
Cada una de las parejas platica entre si y se dan alguna que otra caricia. Es evidente que apenas se están conociendo, tratando de iniciar alguna relación. Los cuatro tienen ocacionalmente contacto visual entre ellos a travez del espejo de la contrabarra. Este contacto visual es un poco más frecuente en las dos damas. Ninguno de los varones capta el coqueto abanicar de pestañas de las mujeres al mirarse entre ellas. Hasta ese momento todo se limita a ese contacto visual.
Un poco después de la medianoche y seguro por el efecto de los “drinks”, las dos mujeres van al tocador. Luego de satisfacer la necesidad fisiológica coinciden en el enorme espejo para retocarse el maquillaje. Un mechón se enreda en uno de los pendientes dorados de la rubia.
--Me ayudas a liberarlo –solicita a la morena a la vez que se señala el lugar del imprevisto.
--Claro –dice—mientras procede, en ese momento la preciosa rubia cierra los ojos y ladea un poco la cabeza para facilitar la labor. La morena la contempla y no puede dejar de admirar los perfectos rasgos de la otra.
--Ya está –anuncia la no menos hermosa trigueña—ambas prolongan la cercanía como si no quisieran romper algo mágico que está ocurriendo. Se miran fijamente, primero a los ojos, luego a la boca. Arriman un poco más los rostros. Se beben los alientos. Finalmente rosan ligeramente sus labios en un tímido y rápido beso. Están descubriendo nuevas sensaciones.
Algo aturdidas por el inesperado suceso regresan a la barra con sus respectivas parejas que en ese momento ya habían iniciado una conversación. Alguien toma la iniciativa de irse todos a una de las mesas del local a esa hora ya casi desierto, y en un momento ya están todos en una amena charla.
Al calor de los vodka tonic de ellas y los tequilas tradicionales de ellos, inician las confidencias. Los cuatro vienen de un divorcio y están dándose otra oportunidad. En ambos casos es la segunda o tercera cita.
En el sonido ambiental del bar se escucha a un volumen agradable una canción, “vuelo de palomas”, que habla de una relación sentimental entre dos mujercitas. Los hombres apenas si se percatan de ello, sin embargo, la rubia y la morena sienten un suave cosquilleo en la piel y un calorcillo que les recorre todo el cuerpo. Una gratísima sensación nunca antes experimentada. La voz de la cantante es sumamente sugestiva y cálida. Intercambian una mirada de complicidad. Se levantan de sus sillas, toman sus bolsos, dan un beso en la boca a sus respectivas parejas, para luego, tomadas de la mano dirigirse a la salida. Han iniciado su propio vuelo de palomas…
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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