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Paleros y periodistas

VIOLETA VÁZQUEZ-ROJAS

30 Julio.2022.- uando López Obrador llegó a la Presidencia en 2018, sabíamos que empezaba el fin de muchas inercias. Lo que pocos imaginamos era cómo y cuánto cambiaría el paisaje mediático del país. Uno de los cambios más notables que trajo la nueva administración fue el viraje en la comunicación política y en las dinámicas que forjan la opinión pública. Veníamos de un sistema en el que los medios tradicionales eran grandes corporaciones cuyo poder, cimentado en enormes capitales, era prácticamente indisputado. Sucedieron tres cosas concomitantes a la llegada de AMLO a la Presidencia que alteraron el balance de fuerzas que reinaba hasta el momento y explican, a mi parecer, el nuevo mapa de los medios. Primero, el recorte a los gastos en publicidad oficial, anunciado por López Obrador desde su campaña. En los primeros tres años de este gobierno, el gasto en publicidad oficial fue unos 2 mil millones de pesos menor a lo que gastó Peña Nieto nada más en 2018. Hace falta otro espacio para hablar de las consecuencias de este ajuste, pero lo cierto es que algunos medios consentidos de otras administraciones dejaron de funcionar con percepciones millonarias de dinero público y tuvieron que buscar otras fuentes de financiamiento. El segundo factor que incidió es el arma no tan secreta del Presidente: su conferencia matutina. Las mañaneras del Presidente son mucho más que simple propaganda: desde ahí se decide la agenda nacional, pero también se desahogan demandas, se desmienten bulos, se critica a los medios tradicionales de comunicación y se imparten lecciones de historia, para desesperación de algunos y agrado de otros. La mañanera es una herramienta tan eficaz, que tal vez explica que el Presidente piense que puede prescindir de la agencia de noticias del Estado, Notimex, en huelga irresoluble desde hace más de dos años. Los medios tradicionales decidieron hacerle vacío a la conferencia matutina. Las sillas que dejaron vacantes las han ocupado otros medios, tanto de la capital como de los estados. Decenas de reporteros han dado su salto a la fama en este sexenio a partir de su asistencia pertinaz a la mañanera. Y esto nos lleva al tercer punto: la emergencia de decenas de canales digitales de noticias que han estado en el centro del debate reciente sobre cuál se supone que es la responsabilidad social y ética del periodismo. En ese debate han sido recurrentes dos consignas. “El periodismo debe incomodar al poder”. La frase está mal concebida desde que presupone que hay un solo poder, como si éste se depositara completamente en una sola institución (el gobierno) o una sola persona (el Presidente). Tal vez la frase tenía sentido en un sistema en el que el poder político se obtenía para cuidarle las espaldas y obtener prebendas del poder económico, y ambos se legitimaban con la colusión de otros poderes, entre ellos el mediático, desde donde intelectuales y “expertos” avalaban las decisiones de la administración y justificaban sus fallas. El peso del poder mediático ni siquiera debería ponerse en duda en un país en el que una televisora fue capaz de fabricar un presidente. Pero el cisma de 2018 consiste, precisamente, en haber quebrantado esta colusión. Y no es que el poder político y el económico estén confrontados, pero hay que aceptar que, aunque en algunos puntos se entrecrucen, van por caminos diferentes. Cualquiera tiene derecho a incomodar al Presidente, pero no se puede esperar que ese sea el estándar del periodismo. Más que obsesionarse por incomodar, el periodismo debería reconocer y explicar las dinámicas de los distintos poderes detrás de los hilos de la vida pública. “El periodismo no puede ser militante”. A muchos reporteros que asisten a la mañanera se les reprocha su simpatía abierta con el Presidente y su proyecto, lo mismo que a otros periodistas que han apoyado a López Obrador desde los años en que su llegada a la Presidencia parecía imposible. Sean nuevos o veteranos, a todo el periodismo que simpatiza, desde antier o desde antaño, con el proyecto gobernante, se le dedican adjetivos de desprecio («paleros», «aplaudidores») e, incluso, se les cuestiona el derecho de llamarse «periodistas». La consigna tras este veto es que, supuestamente, un periodista no debe militar en una causa política. Es difícil imaginar una labor más involucrada con la política que la de construir el relato de lo público: elegir los temas, los enfoques, las explicaciones y hasta las omisiones que determinarán cómo percibimos la realidad. La verdad es que defender una causa –justa o injusta– es más la regla que la excepción en el periodismo. La diferencia es si esa causa se defiende de manera abierta o velada. Dado que no puede evitar colocarse en alguna de las trincheras de la realidad, el periodismo ético tiene la responsabilidad de declarar abiertamente dónde está situado. Ante la imposibilidad de ser neutrales, queda siempre la responsabilidad de ser transparentes. En todo esto también hay que reconocer que muchos de los medios digitales emergentes simpatizan auténticamente con el gobierno actual, y otros más bien han encontrado en esta simpatía una manera de captar mayores audiencias y monetizar sus canales. A algunos canales “pro–4T” la simpatía política les ayuda no sólo a subsistir, sino incluso a recibir utilidades, como en cualquier negocio. Esto se podrá tomar como falta de honestidad o como pericia financiera, pero ante todo, lo que deberían preguntarse sus críticos es ¿por qué consiguen tantos adeptos los canales y sitios de noticias simpatizantes con el obradorismo? No se puede decir que defender a la oposición no tenga rédito, pues plataformas como Latinus evidencian lo contrario, pero es bien sabido que esta agencia cuenta con grandes financiadores más allá de sus audiencias. En fin, el mapa mediático nacional no solo ha cambiado drásticamente en una combinación de acontecimientos políticos y coyunturas tecnológicas, sino que no termina de estabilizarse. Veremos hacia dónde se mueven estas plataformas en las vísperas del cambio de sexenio. Lo que no podemos hacer es seguir analizando el presente con consignas y categorías analíticas del pasado.


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Autor: VIOLETA VÁZQUEZ-ROJAS
Fuente: https://www.milenio.com/
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