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23.11.2015 05:38 am
Por: AHORA LES TOCA A ELLAS Cecilia Soto
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Si hace seis meses hubiera leído “se mandata respetar la doble dimensión de la paridad de género”, no hubiera entendido nada. Esta frase críptica pero poderosa fue aprobada este fin de semana por el Consejo Político Nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), y tendrá un gran efecto en las elecciones locales de 2016. La doble dimensión de la que habla el acuerdo aprobado por los priistas se refiere a la paridad vertical y a la paridad horizontal para las candidaturas en los municipios.
La paridad vertical es fácil de entender: en determinado número de oportunidades para diputaciones locales o federales —por ejemplo, ocho distritos a disputar— tiene que haber igual número de mujeres y hombres candidatos. En las listas de diputaciones plurinominales en un orden vertical (del uno al 40 en la elección federal) las candidaturas tienen que ser una y una: una mujer y un hombre, aunque en la elección de junio pasado la mayoría de las listas presentadas por los partidos comenzaban con hombres. Lo mismo en las listas para la conformación de los cabildos: el registro vertical de regidores debe presentarse en una lista salteada con igual número de hombres y mujeres.
¿Pero y la paridad horizontal? Si usted es el líder de un partido y observa el mapa de su estado con sus municipios, el mandato de la paridad horizontal ordena que tiene que proponer igual número de hombres y mujeres para encabezar las planillas a las presidencias municipales. No basta que el cabildo esté integrado paritariamente, importa que al observar la totalidad de las candidaturas municipales éstas también estén equilibradas paritariamente en el número de candidatos y candidatas a las presidencias.
Este mandato de “doble paridad” ya había sido incluido en los documentos recién aprobados por el Congreso Nacional del Partido de la Revolución Democrática, PRD que, además, acaba de agregar a su Comité Ejecutivo una secretaría de la Diversidad Sexual.
La paridad en las candidaturas a presidencias municipales tendrá un efecto aún más profundo que la paridad en los Congresos federal y estatales, porque la gente vive en los municipios y en las ciudades. En la actualidad sólo 104 municipios están gobernados por mujeres y son muy pocos los ciudadanos que en la vida diaria pueden tener contacto con sus legislaturas. Para apresurar y consolidar el cambio cultural que significa reconocer los derechos políticos de las mujeres, la ciudadanía tiene que ver a éstas actuando, participando, consultando y, sobre todo, tomando decisiones.
Para 2016 habrá en juego 12 gubernaturas, 548 ayuntamientos y 388 diputaciones locales. Durante y después de las elecciones de junio de 2015 se libraron numerosas batallas en los tribunales locales y federales electorales para pelear por resultados paritarios: ya sea para integrar los Congresos locales lo más paritariamente posible, escogiendo sobre todo a mujeres de las listas plurinominales, o peleando por la paridad horizontal. Se ganaron y se perdieron batallas, pero no me cabe duda que, para las próximas elecciones, el criterio jurídico se inclinará mayoritariamente hacia la paridad en sus dos dimensiones.
En febrero de 2012, los dirigentes de todos los partidos políticos (con excepción de Nueva Alianza) se presentaron ante el entonces IFE para justificar que no podían cumplir con la cuota 60/40 porque no había suficientes mujeres que quisieran o pudieran ser candidatas. ¿Qué pasó entre ese año y este 2015 cuando dos de los principales partidos, PRD y PRI, oficializan que cumplirán con la paridad también en estados y municipios?
Ocurrió que encontraron a las mujeres, unas más y otras menos preparadas, no muy diferente que los hombres, y las encontraron porque las buscaron. Y porque el cambio cultural que se viene gestando convirtió a las oportunidades para las mujeres en un instrumento de competencia por el voto. El electorado femenino incluye ahora la valoración de cuál es la representación de las mujeres en los partidos y hay un creciente número de votantes jóvenes para quienes lo natural es que haya una participación igualitaria de hombres y mujeres en la política.
Esa exigencia ha obligado también a escalar a mujeres en los cuerpos de dirección de los partidos. De tal manera que hay una dinámica de suma a favor de la inclusión y la igualdad: mujeres en la dirección de los partidos que pelean por un trato igualitario, votantes que quieren igualdad, organizaciones ejemplares, como Mujeres en Plural (cuyo ejemplo felizmente se ha multiplicado), que integran a mujeres políticas, expertas académicas que conocen y diseñan soluciones, como la paridad horizontal, y juristas y abogadas que pelean en los tribunales. Y lo más importante: herramientas en la Constitución y en las leyes. Estamos listas para 2016. Nos vemos en Twitter: @ceciliasotog
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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