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26.05.2015 11:42 am
Por: CHILAPA Pascal Beltrán del Río
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Nadie sabe a ciencia cierta cuánta gente ha desaparecido en Chilapa de Álvarez, Guerrero.
La reciente incursión de personas armadas, presuntos miembros de la banda de Los Ardillos –uno de los dos grupos delictivos que se disputan el control de ese municipio de La Montaña baja–, puso a Chilapa en el mapa informativo, pero los horrores habían comenzado tiempo atrás.
Se han denunciado 16 casos de personas sustraídas durante esa incursión, pero “hay muchísimos casos anteriores al 9 de mayo”, me dijo José Díaz Navarro, vocero de los familiares de los desaparecidos en Chilapa, a quien entrevisté el jueves pasado en la Segunda Emisión de Imagen Informativa.
Díaz Navarro, quien tiene dos hermanos ausentes desde antes de aquellos hechos, relató que, además, ha habido un centenar de personas asesinadas desde hace dos años.
La de Chilapa parece ser la misma historia que asuela a varias regiones montañosas de México en meses recientes: la disputa por la producción de amapola para transformar su producto en heroína y aprovechar el incremento explosivo de la demanda de esa droga en Estados Unidos.
Hace unos días, en el distrito del Bronx, en Nueva York, fue localizado un depósito con 70 kilogramos de heroína mexicana. De acuerdo con la policía, la droga fue dividida en miles de sobres con valor de diez dólares cada uno.
A decir de la DEA, México ya ha rebasado a Afganistán como el principal surtidor de heroína a Estados Unidos, cuyos consumidores de analgésicos opiáceos han optado por esa droga ante las restricciones que las autoridades sanitarias han puesto para las recetas de medicamentos como la oxicodona y la hidrocodona.
Esa fiebre por la heroína ha generado una violencia extrema en lugares como la Sierra Tarahumara, donde el municipio de Urique vive un verdadero éxodo, así como las regiones guerrerenses de Filo Mayor y La Montaña.
En Chilapa y municipios circunvecinos están enfrentados por el control las bandas de Los Rojos y Los Ardillos. La primera fue originalmente un grupo de protección que servía al cártel de los Beltrán Leyva.
De acuerdo con la Agencia de Investigación Criminal de la PGR, Los Rojos se dedican a la producción y tráfico de heroína y metanfetaminas, aunque también mueven cocaína y están relacionados con secuestros y robo de vehículos.
Su jefe original era Jesús Nava Romero, a quien apodaban El Rojo. Murió junto con Arturo Beltrán Leyva, en el operativo de la Armada en los condominios Altitude, en Cuernavaca, en 2009.
Tras la muerte de Nava, sus hermanos y otros familiares continuaron manejando el grupo delictivo, fortalecido con la desintegración del cártel de los Beltrán Leyva. Actualmente, según información oficial, quien está al frente de Los Rojos es Zenén Nava Sánchez, alias El Chaparro.
Y fue justamente a él a quien decían buscar los hombres armados que incursionaron hace dos semanas en Chilapa, presuntos integrantes de Los Ardillos, el grupo rival, que tiene su base en Quechultenango, un municipio vecino.
Hay testimonios de que esas personas iban por las calles, megáfono en mano, exigiendo que les entregaran a Zenén.
No lo encontraron pero, a cambio, se llevaron a muchas personas que, según ellos, tenían que ver con Los Rojos. Entre otras, personas que simplemente se apellidaban Nava.
Uno de los desaparecidos es un artista plástico, Gilberto Abundis Sánchez, quien se graduó de la carrera de artes visuales en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Vivía en Morelia, donde se casaría próximamente, y sólo estaba de visita en Chilapa.
Su hermana Lizeth reconoció un tatuaje de su hermano en uno de los cuerpos descuartizados que aparecieron cerca del panteón de Nejapa, a seis kilómetros de la cabecera municipal.
“¡No es justo que lo hayan matado como a un perro!”, reclamó Lizeth al gobernador Rogelio Ortega, durante la reunión que tuvo el domingo con familiares de los desaparecidos.
Lo cierto es que a ocho meses de los hechos de Iguala, el horror que es Guerrero continúa.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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