...............................................
|
26.02.2015 08:01 am
Por: FUERZA MAYOR Carlos Elizondo Mayer-Serra
Compártelo en:
El gobierno podría asumir que la crisis de confianza es una razón de fuerza mayor que le obliga a romper con la lógica de gobernar imperante hasta ahora. Para ello, debería ya de concertar con la oposición buenas reglas en materia de transparencia y un sistema anticorrupción con dientes afilados...
La familia está desayunando en una bella terraza con vista a las montañas cubiertas de nieve. Súbitamente una avalancha se dirige hacia ellos. El padre reacciona con tranquilidad. Les explica a sus dos hijos y a su esposa que la avalancha está controlada por los técnicos encargados de las pistas de esquí. Sin embargo, muy pronto se hace evidente que el río de nieve no se va a frenar. La gente huye aterrada. La mamá, preocupada por proteger a sus hijos, no lo logra. El padre sí. Toma su celular y escapa.
La escena es de la película sueca Fuerza mayor. Pasado el susto, resulta que todo estaba bajo control. A la esposa y a sus hijos sólo les ha caído polvo de nieve. Pero la madre ya no puede confiar en su esposo. ¿Qué tipo de padre huye así?
El gobierno de Peña Nieto enfrenta una crisis de confianza que parte de un dilema similar. Más allá de la discusión de si el Presidente, su esposa o su secretario de Hacienda incurrieron o no en algún tipo de delito en el proceso de compra de sus respectivas residencias, hay otra pregunta: ¿A quién se le ocurre celebrar contratos privados con empresarios que han realizado mucha obra pública durante el gobierno estatal del que provienen y a quienes se les concederá mucha obra en el gobierno federal que están por encabezar?
Particularmente complicado para el gobierno es que los bajos niveles de confianza arrancan desde el principio de la administración. Según la encuesta de BGC-Excélsior, la aprobación del presidente Peña en diciembre de 2012 era de 43% del electorado. Contrasta que ese mismo dato para el inicio de la gestión del presidente Calderón era de 58%, siendo que Calderón ganó la Presidencia con 36% de los votos, mientras que Peña lo hizo con 38 por ciento.
La aprobación presidencial mejoró temporalmente a raíz de la detención de la maestra Elba Esther Gordillo. Desde junio de 2013 la aprobación presidencial no hace más que descender, a pesar de contar con medios de comunicación en general poco críticos. Esta caída no parece ser resultado de que las reformas estructurales sean costosas en términos de popularidad, sino del rápido deterioro que tuvo la economía desde el inicio de la nueva administración. El promedio de crecimiento en los dos primeros años del gobierno fue de 1.7%, aun menos que el 2.3% de los dos primeros años de la administración de Calderón.
En un entorno de baja credibilidad, los escándalos de las casas no hacen más que confirmar las sospechas de un porcentaje elevado del electorado. Este gobierno no es confiable ni en términos de honestidad ni en relación a su capacidad para gobernar.
La intención del voto del PRI también ha caído. Según la encuesta de febrero de Buendía y Asociados, el PRI pasó de tener una intención de voto de 42% en el mes de noviembre del año pasado, a una de 30 en el mes de febrero. El PAN, que hace todo lo posible para desprestigiarse, ha pasado de 23 a 26% y Morena ha subido de 4 al nueve por ciento. Lo que le permite al gobierno abrigar esperanzas de mantener el control de la Cámara de Diputados es que la intención de voto de esa versión para ingenuos del PRI que es el PVEM ha pasado de 9 a 11 por ciento.
No es fácil remontar una crisis como la actual. Pero se puede si se entiende la magnitud del problema, se gobierna mejor y se actúa correctamente. El caso del presidente Clinton es revelador. Según Gallup, llegó a tener, en el peor momento de su gobierno, en junio de 1993, un margen de aprobación de 37 por ciento. Terminó su gestión con 66 por ciento.
El gobierno del presidente Peña Nieto puede creer que todo es resultado de una conspiración del hombre más rico de México. Desde esta lógica sólo se trata de contener, aprovechar los buenos números de intención de voto del PVEM, mantener el control de la Cámara y esperar que la crisis de confianza les pegue a todos los partidos por igual.
Esta estrategia, sin embargo, le puede fallar. Hasta ahora a ningún partido le había sido rentable criticar al PVEM, era demasiado pequeño. Esto ya cambió. Ahora será blanco de muchos spots y todo tipo de ataques, por lo que seguramente perderá una parte de la intención de voto que había ganado gracias a una estrategia de promoción aparentemente ilegal.
Además, gobernar sin credibilidad vuelve muy difícil hacer cumplir la ley. Por ello, el gobierno federal ha preferido enfrentar los bloqueos de los maestros distribuyendo dinero y violando la legislación derivada de la Reforma Educativa. Si hay una elevada abstención en la elección, como lo sugieren hoy las encuestas, aun con un buen desempeño de la mancuerna PRI/PVEM, el gobierno tendrá que enfrentar los costos de un sistema democrático desprestigiado.
El gobierno podría, en contraste, asumir que la crisis de confianza es una razón de fuerza mayor que le obliga a romper con la lógica de gobernar imperante hasta ahora. Para ello, debería ya de concertar con la oposición buenas reglas en materia de transparencia y un sistema anticorrupción con dientes afilados, los cuales, inevitablemente, tendrá que aplicar también a sí mismo.
El gobierno debe decidir si le apuesta simplemente al olvido o trata de recuperar la confianza perdida. Hoy aún puede escoger qué ruta seguir. En pleno proceso electoral ya no tendrá este margen de maniobra y deberá echar toda la carne al asador para tratar de ganar las elecciones, con los riesgos que eso conlleva.
*Profesor-investigador del CIDE
elizondoms@yahoo.com.mx
Twitter: @carloselizondom
|
...............................................
...............................................
 |
|
Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
|
Portada
