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21.11.2014 09:33 am
Por: LAS PROFECIAS DE MONTEMAYOR Por Francisco Rodríguez Pérez
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Los sucesos de Tlatlaya, Estado de México y, sobre todo los asesinatos y la desaparición de los estudiantes de Ayotzinapa, en Iguala, Guerrero, son capítulos nuevos que, con toda la crueldad y el dolor que representan, convirtieron en horribles realidades algunas profecías escritas, en diversas obras, por Carlos Antonio Montemayor Aceves.
En menos de cuatro años -mismos que tiene de fallecido el escritor- la realidad le da la razón, de una manera terrible, a aquel extraordinario intelectual chihuahuense.
Las advertencias de Montemayor a los gobernantes neoliberales mexicanos -soberbios hasta la barbarie en todos los ámbitos de poder- sólo pueden compararse con las advertencias que algunos de sus colaboradores, incluso, le hicieron a un ensoberbecido General Porfirio Díaz.
De las entrañas mismas del porfiriato surgieron las primeras voces de alarma. Las figuras de algunos intelectuales como Francisco Bulnes, Manuel Calero y Querido Moheno fueron capaces de enjuiciar la situación política que padecía el país, no obstante estar ligados al régimen.
Manuel Calero, al igual que otros intelectuales del régimen, pudo percibir con claridad, hacia el ocaso del porfirismo, que el sistema se hallaba imposibilitado para su permanencia y transformación, debido a que por largo tiempo había soslayado el proceso de democratización y dejado sentir, en las diversas acciones populares, una advertencia al inminente cambio político-social que el país requería.
En 1903, en su folleto “El problema actual”, se percató del peligro de una revolución, del cambio de poder sin derramamiento de sangre y de la inexistencia de partidos políticos; en 1908, vuelve a preocuparse por los tópicos anteriores en su obra “Cuestiones electorales”, con un nuevo ingrediente: el descontento social que se había manifestado en varios levantamientos como los de Acayucan, Cananea y Río Blanco.
Un enternecedor Rafael de Zayas Enríquez advirtió como nadie en primera persona, en vivo y en directo, pero el Dictador no le hizo caso: “Haga esto Sr. Presidente, que basta con que él lo quiera para que sea, y con ese paso empezará a democratizar de nuevo nuestra sociedad, y hará un positivo bien al país”.
No se digan las advertencias ajenas al porfiriato, que hubo muchas y de gran relevancia.
Perpetuado en el poder por más de tres décadas, como los neoliberales de hoy, Díaz provocó una Revolución que se inició, paradójica o providencialmente poco después del Centenario de la Independencia.
Ni cómo pedir, ni dónde encontrar, dentro del régimen neoliberal, globalizador, imperialista, entreguista, socio y cómplice de las trasnacionales, advertencias de aquel calado. Concupiscentes, ocupados en sus negocios, sus lujos, sus ausencias y su voracidad, festinan las “reformas estructurales” para entregar al extranjero y repartirse con ellos los recursos del país, pero son incapaces de ver las dimensiones del descontento social. Representan, por ello, un neoporfirismo en el ocaso.
En los casos de Ayotzinapa y Tlatlaya, entre cientos de ejemplos parecidos, se evidencia que los gobiernos insensibles siguen cometiendo los mismos errores, por acción u omisión, por orden directa, instrucción o negligencia, provocadora de crímenes de guerra o de lesa humanidad.
Instalados en el poder desde hace más de treinta años, los gobiernos neoliberales han sido ciegos y sordos a las advertencias y ahora padecen las consecuencias de su negligencia y su inacción: tienen al país al borde de la Revolución, desde una rebeldía que se contagia y crece en las calles, desde una pobreza y una miserias que se sufre y padece todos los días en los hogares mexicanos.
Y no sólo eso: al mismo tiempo, tientan también la posibilidad de un Golpe de Estado.
En fin…
Hace cuatro años, el 1 de agosto del 2010, escribí el texto “Advertencias de Montemayor”. Ni entonces ni después las autoridades hicieron caso a las investigaciones y las conclusiones producto de muchos años de trabajo del intelectual chihuahuense.
Por la vigencia de sus ideas y planteamientos aquí se los comparto íntegro, una vez más, con el compromiso de seguir analizando la coyuntura mexicana que ha caído en un clima revolucionario, propicia para el advenimiento de los flores magón, los madero, los villa, los zapata y tantos más que se abren camino para insistir no sólo en la esperanza, sino en la necesidad y la urgencia de un cambio revolucionario popular y democrático, en aras de la libertad y la justicia social.
Advertencias de Montemayor
Además de todo lo que fue, es y será, Carlos Montemayor, es un profeta: sus advertencias debieran, por lo menos, comprometernos a la búsqueda de los caminos de la libertad, el primero de los cuales es la paz. La vida y la obra del gran intelectual chihuahuense, puede llevarnos a la conciencia y a la acción, para evitar que la violencia de estado siga siendo causa y origen de otras violencias sociales, incluidas las del narcotráfico y el crimen organizado, que en estos años han mantenido postrando al país, al estado y a Ciudad Juárez.
Si bien el libro y el análisis de “La violencia de Estado en México. Antes y después de 1968”, se ocupan de los movimientos guerrilleros, también puede hacerse un paralelismo con el comportamiento del Estado mexicano frente al crimen organizado, “particularmente el narcotráfico”. Y es que, para Montemayor, “las medidas represivas policiales o militares no siempre han logrado frenar los movimientos populares de inconformidad social”.
En este contexto, nos deja su libro más reciente, el último publicado en vida, una obra considerada “indispensable para el conocimiento de las horrendas realidades de nuestro país”. Culminan así, sus estudios sobre la búsqueda de la justicia y de la libertad.
Previo a los movimientos sociales, insiste Montemayor, hay una violencia de Estado. Así también, antes de la violencia del narcotráfico y otras expresiones del crimen organizado, hubo una estrategia de guerra. Esa desbordada violencia, responde a la violencia oficial, que ha causado miles de bajas civiles, muertes de inocentes y sufrimientos, miles en viudas, huérfanos y gente lisiada, poblaciones enteras y gente que en todas partes han perdido sus libertades y derechos.
Apenas en diciembre de 2009, luego de recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Literatura y Lingüística, Montemayor diagnosticó el clima social y político del país: “México vive en un estallido constante, en el que la pobreza, la inestabilidad, el desempleo, la desnutrición, el crimen organizado están armando un país indeseable para todos; en 2010 solamente pueden empeorar las cosas”.
En aquellos momentos no preveía alianza alguna entre las fuerzas criminales, como el narco, con los grupos de lucha social, porque, según dijo “son mercados distintos, son objetivos distintos, organizaciones diferentes, dinámicas totalmente divergentes”.
Tampoco veía riesgos especiales “más que los que tenemos ya, que son el desempleo, la miseria, la depresión, el empobrecimiento. Ésos son los graves riesgos que estamos viviendo y que no hemos podido solucionar”.
A finales del 2007, en el marco de las presentaciones de otro de sus libros, “La guerrilla recurrente”, advertía también que se estaba allanando el terreno a una catastrófica guerra sucia. Consideraba, entonces otro gran error histórico de este gobierno: arrastrar a las políticas policiales y legislativas el término “terrorismo”.
En la obra que empezó a circular días antes de su temprana muerte, Montemayor insiste en lo que, desde la poesía, la novela y otros brillantes ensayos, había presentado como ideas recurrentes.
En el primer ensayo, analiza la conjura comunista internacional como versión del gobierno mexicano sobre el movimiento estudiantil de 1968. A pesar del vasto contexto político del movimiento estudiantil, no se le puede concebir como la única explicación causal de la guerrilla posterior; en la urdimbre de la guerrilla se encuentran hilos provenientes de condiciones anteriores y de contextos diferentes.
En los otros ensayos, incluidos en el libro, Montemayor explica cómo operan las estrategias de guerra para enfrentar diversas modalidades de la inconformidad social. Sitúa sus análisis sobre la violencia de estado durante la segunda mitad del siglo XX contra núcleos sociales vulnerables, sectores gremiales, regiones aisladas, partidos políticos, movimientos subversivos y manifestaciones populares.
El autor demuestra el arrasamiento de las leyes, su manipulación política y represiva, la anulación del derecho mismo por la violencia de Estado, lo que es un retroceso social y una muestra de la imperfección y la arrogancia política de un Estado contra su pueblo.
Montemayor se definía como especialista en cuestiones clandestinas, por su interés en la cultura clásica, latinista y helenista, temas que supuestamente no le interesan a nadie, pero que están en el subterráneo de nuestra cultura occidental. Las cuestiones indígenas son también algo oculto y subestimado, y los movimientos guerrilleros están igualmente en el subterráneo de la conducta social, de manera que solía revelar su vocación por la clandestinidad, cultural, literaria y social.
Carlos Montemayor es sinónimo de una vida de creación y una obra de compromiso humanista y social. Lo recuerdo, en una de esas ocasiones en que coincidimos, en la Casa Coahuila, como un hombre aparentemente solitario, esquivo a los reflectores, pero solidario como pocos, con los indígenas y los guerrilleros, rurales o citadinos, del pasado, del presente o del futuro.
Además de este nuevo libro de ensayos, un par de discos, con su voz de tenor, y la novela “Las mujeres del alba”, son los trabajos con los que Carlos Montemayor se despide de una sólida, plena, vigorosa y reconocida vida intelectual.
Allí están las advertencias de quien sí fue, es y será profeta en su tierra.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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