LA DEMOCRACIA SOMETIDA
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La democracia atraviesa un momento crítico. Los datos del Índice Democráticia que pertenece al grupo que edita la conocida revista británica “The Economist”-, así lo demuestran. Únicamente 19 países del mundo son democracias plenas, la mayoría de ellos d
Por otra parte, el surgimiento de líderes autoritarios, así como el creciente auge del populismo y de fuerzas políticas de extrema derecha en varias regiones, ha dado lugar a un intenso debate sobre el estado de la salud de la democracia.
Para António Gutiérrez, secretario general de la ONU, hoy la democracia se ve sometida a más presión que en ningún otro momento desde hace décadas. Frente a esto, propone buscar formas para vigorizarla y dar respuestas a los principales desafíos que enfrenta, en especial, corregir la desigualdad, fortalecer la inclusión y lograr que sus instituciones sean más innovadoras y receptivas a las nuevas demandas.
Un año difícil
En América Latina, 2021 se proyecta como un año mediocre en lo económico, complejo en lo social, y caracterizado por una intensa maratón electoral cuyos resultados están reconfigurando el mapa político latinoamericano. A esto debemos sumar la existencia de una ola creciente de demandas y expectativas insatisfechas junto a escándalos de corrupción, cuya letal combinación erosiona la credibilidad de la democracia y sus instituciones.
En efecto, el cuadro regional es preocupante. Según el citado Índice Democrático, la calidad de la democracia en América Latina -en sintonía con la tendencia mundial- ha sufrido un nuevo deterioro. Solo un país latinoamericano, Uruguay, es considerado una "democracia madura". La mayoría (diez países en total, incluida la Argentina, que ocupa el lugar 48 a nivel global y la séptima posición en el plano regional) pertenece al grupo de "democracias con fallas". Otros cinco países son considerados regímenes híbridos: Guatemala, Honduras, Nicaragua, Bolivia y Paraguay. Y dos, Venezuela y Cuba, son calificados como autoritarios.
El deterioro de la calidad de la democracia viene acompañado de otra mala noticia: la caída tanto del nivel de apoyo como del índice de satisfacción con la democracia. Según el Latino barómetro 2017, ambas variables tuvieron una evolución negativa: el apoyo disminuyó por cuarto año consecutivo, situándose en el 53%; la satisfacción cayó fuertemente y se ubicó en el 30% promedio regional.
La explicación de ambos fenómenos radica, en buena medida, en la falta de correspondencia que existe entre, por un lado, las expectativas y demandas de una ciudadanía que mejoró su nivel de consumo, que está más empoderada y es más exigente de sus derechos, que está más conectada vía las redes sociales y, por el otro, el sentimiento de frustración y temor a perder lo alcanzado o a no poder seguir consumiendo y progresando al mismo ritmo. Este creciente malestar ciudadano provoca indignación con la política y las élites, un aumento de la polarización y del voto anti establishment, mayor conflictividad social y una gobernabilidad más compleja.
Tanto en el plano global como en el ámbito latinoamericano, asistimos a un "cambio de época" que viene acompañado de oportunidades, pero también de nuevos desafíos y amenazas para la democracia.
Pese a los importantes avances logrados durante las últimas cuatro décadas, que debemos reconocer y valorar, las democracias latinoamericanas exhiben importantes déficits y síntomas de fragilidad, así como también serios desafíos. Entre ellos se destacan la debilidad institucional, el deseo de sus gobernantes de permanecer en el poder de manera indefinida y la elevada desigualdad, junto con altos niveles de corrupción, inseguridad e impunidad.
A la combinación tóxica de los factores arriba señalados se unen los cambios disruptivos producidos por la IV Revolución industrial, las nuevas formas de hacer política nacidas del cambio tecnológico y la importancia creciente de las redes sociales y las “fake news”.
Esta nueva y compleja realidad demanda una agenda renovada de reformas que apunten a mejorar los niveles de representación, garantizar la gobernabilidad y fortalecer la resiliencia de la democracia, es decir, la capacidad de los sistemas sociales para afrontar las crisis y los desafios complejos, así como sobrevivir a ellos, innovar y recuperarse.
Mayor participación
La prioridad pasa por garantizar una ciudadanía efectiva, aumentar la participación ciudadana, recuperar la legitimidad y credibilidad de las instituciones y asegurar la plena vigencia del Estado de derecho, dirigida a sentar las bases de una democracia de nueva generación, de mejor calidad y mayor resiliencia.
Salud y larga vida.
Fuente: eldiariodechihuahua.mx
manuelgandaras@hotmail.com
MR
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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