¿PUEDES DECIR CHIHUAHUA SIN LADRAR?
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Por Alfredo Espinosa
1.-¿Qué diablos quiere decir Chihuahua?
Los turistas no saben si Chihuahua es una majadería, un autobús, un perrito que anuncia tacos gringos, una canción de moda, un sabroso queso de una franquicia germano—menonita, o un país singular y bárbaro. Pero nadie escapa de la fascinación que provoca su nombre al pronunciarse.
Chihuahua es una palabra que gruñe y ladra. Su primera sílaba, sílaba ruda que enseña los dientes y chasquea un poco su propia rabia, la delata como una palabra de raza de fieras. Luego, con sus otras dos sílabas, ladra y espanta. El eco de sus sílabas bravas perdura en quienes la escuchan por primera vez. “Tiene un sonido excitante. Sus sílabas vibran con un ritmo dramático y atrevido”, según lo escucharon Florence y Robert Lister.
Chihuahua es una palabra dura, ronca, agresiva, eléctrica, quizá por eso se le emparenta con la familia de las malas razones. Chihuahua posee la primera sílaba decisiva de esa palabra terrible y mexicana que al proferirla te manda mucho a la Chi...ngada.
Pero, en contraste, la onomatopeya de sus sílabas puede escucharse como el inicio de una cascada de agua. La segunda y tercera sílaba son acuosas y su repetición, además de eco, sugiere tránsito y caída. La palabra posee una recóndita ternura.
¿Quién sabe, en realidad, el significado de la palabra Chihuahua? Francisco R. Almada, en su Diccionario de Historia, Geografía y Biografía de Chihuahua consigna que la etimología de la palabra Chihuahua posee cinco acepciones: 1.-Lugar de Fábricas. 2.-Junto a dos aguas. 3.-Lugar de piedra agujerada. 4.-Costalera o saquería. 5.-Así seco y arenoso.
Las etimologías 1 y 3 se han desestimado porque el sostén lingüístico, geográfico e histórico es endeble. La 2, 3 y la 5 aún se mantienen vigentes aunque existan dudas razonables. El mismo Almada parece inclinarse por la quinta etimología, “así seco y arenoso”, y expresa sus razones apoyado en otros historiadores: “Probablemente es una palabra de origen nahua que se descompone de Xi, así, y de cuauhua, síncope de cuahuacqui, seco o cosa seca o arenosa.” O bien, siguiendo esta misma pista, apunta que “podría ser una corrupción de Xicuacua, que significaría lugar árido o arenoso”.
Almada agrega que es en Aquiles Serdán (Santa Eulalia) en donde debe buscarse el accidente geográfico que dio origen a la palabra Chihuahua, tomando en cuenta la regla o costumbre de los naturales a nombrar los lugares en los que habitaban, trabajaban o transitaban.
No obstante, nuestros historiadores han hallado otras posibles etimologías de esta enigmática palabra. Existe un vocablo tarahumar o rarámuri que se acerca estrechamente al nombre del estado: chiwawara, que tiene que ver con costales y costaleras. Sin embargo, no solamente la voz chiwawara implica costal sino también talego, bolsa en donde se guardan monedas o pinole. Los tarahumares solían vivir en las barrancas mientras que los nahuas, que llegaron a estas tierras como sirvientes de los españoles, vivían en los reales de mina. Los rarámuris utilizaban pequeños costalitos o talegas en donde cargaban el pinole que utilizaban de alimento para soportar largas las travesías serranas. Es posible que a los nahuas les haya llamado la atención esas talegas y nombraran a los rarámuris con el vocablo chiwawara, y éste se extendiera para nombrar a los de estas tierras, independientemente de que utilizaran o no los pequeños costalitos pinoleros.
Sin embargo, la dificultad para precisar el origen lingüístico de la palabra Chihuahua persiste porque puede provenir de los indios Concho que habitaban las orillas de los ríos Chuvíscar y Sacramento. Antes de la llegada de los primeros españoles y criollos, los concho se dedicaban a la pesca, a la caza y recolección y a una incipiente agricultura; al llegar los conquistadores españoles, los combatieron durante las guerras indias, los explotaron en el trabajo de minas, los exterminaron con las epidemias y quienes se lograron salvar de tanta calamidad, se integraron y se aculturalizaron convirtiéndose en mestizos, de tal manera que los Concho y su lengua se terminaron. A los chonchos, antes de la llegada de sus verdugos, se les pudo ocurrir la palabra componiéndola con chi, lugar, y hua, agua, cuya repetición denotaba el cruce de los dos ríos mencionados.
2.- La Fundación de Chihuahua
En 1709, Antonio Deza y Ulloa decidió que la cabecera municipal se asentara entre los ríos Chuviscar y Sacramento, quizá por la reminiscencia de que el paraíso, dicen, se ubicó entre los ríos Tigris y Éufrates. Antes de ser llamado Chihuahua se le designó de acuerdo a la pomposa y sacra manera española: Real de Minas de San Francisco de Cuéllar. El crecimiento de esta población fue vigoroso y ya en 1718 se convirtió en Villa de San Felipe El Real de Chihuahua. Malabarismos verbales que al fin de cuentas le otorgaban mayor importancia debido a que el núcleo de pobladores se multiplicaba y extendía con un ritmo constante. En 1763 se levantó un censo y la población llegó a los casi cinco mil habitantes. El 19 de junio de 1823, se decreta la creación de la provincia de Chihuahua, separándola así de la Nueva Vizcaya y en esos años la creciente Villa de San Felipe se convirtió en la pujante ciudad de Chihuahua. Un año más tarde, Chihuahua se sacudió el lastre de ser llamada “provincia” convirtiéndose en un estado de la Federación Mexicana. Y en ese momento alcanza también su calidad de capital del estado.
3.- Diálogo entre el Ángel y el Fundador
Me gusta la estatua del fundador Antonio Deza y Ulloa que se encuentra frente a la Catedral de la ciudad de Chihuahua.
Ahí esta Antonio Deza y Ulloa, petrificado en la plaza de la Catedral, vestido a la usanza española del siglo XVIII, en una actitud resuelta y con un ademán vigoroso estirando el brazo derecho hacia el frente y dirigiendo el índice hacia la tierra. La mirada hacia lo alto, firme, con el libro de la fundación de la ciudad de Chihuahua en la mano izquierda replegada al pecho, cercano al corazón.
¿A quién mira Deza y Ulloa? A un hermoso ángel libre y alado que apoya su pie desnudo sobre una roca. El ángel parece detenerse, de puntitas, a la mitad de la Catedral, entre sus dos torres. El Ángel mira hacia lo alto y hacia allí apunta su índice decidido como señalando el verdadero reino de los hombres. Pero Deza y Ulloa replica: el cielo no, aquí en la tierra. Y con firmeza apunta su índice hacia abajo diciendo: aquí.
El Ángel y el Fundador de Chihuahua están destinados a establecer una diatriba interminable, como en otro tiempo Aristóteles y Platón, según fueron concebidos por Rafael, caminando por la Escuela de Atenas, defendiendo cada uno su propia concepción del mundo. Mientras que el ángel (como Platón) se empecina a convencernos que el verdadero mundo está en el cielo, el fundador refuta, (como Aristóteles) afirmando que los mundos reales echan raíces en la tierra. Entre el Ángel y el Fundador, ajenas a toda polémica, vuelan las palomas y se detienen en ellos, zurean y defecan.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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