Por: J. M. Rentería
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El libro
Caminas entre los estantes de la biblioteca pública. Están repletos de libros. En ellos se apretujan miles de ejemplares que te muestran los títulos en sus lomos como reclamo para que los tomes.
Uno de ellos llama tu atención. Tiene las pastas forradas en vinil color café con letras doradas. Te atrae, Es como un imán. Lo tomas. Sacudes una ligera película de polvo de su portada y tapa. Lo hojeas. Revisas su tarjeta de registro y lees la fecha de la última vez que alguien se lo llevó a casa. 17 de julio del 2001. Hace trece años que no lo sacaban de este anaquel, concluyes.
Entonces ocurre algo extrañísimo, escuchas la voz del libro. No es la voz impersonal de algo inanimado, es una voz cálida, con un dejo de tristeza y reclamo.
--Gracias – te dice, hace años que no circulaba el aire entre mis páginas, hace tiempo lo necesitaba.
--¿Cómo?, ¿hablas? Le preguntas atónito.
--En realidad no hablo, solamente establezco comunicación con quien verdaderamente quiere comunicarse conmigo, casi nunca ocurre, es más, nunca había ocurrido.
--¿porqué conmigo? Inquieres.
--Desde que escuché tus pasos por el pasillo supe que venías por mí –te responde—aunque creo que en realidad yo te elegí a ti, no tu a mi. Cuando te acercaste y leíste mi título en voz muy bajita, apenas para ti mismo, convoqué rápidamente a todas las letras y palabras de todas las páginas para que tomaran su sitio. ¡ alguien viene por nosotras ¡.
--¿Cómo? Te maravillas nuevamente – ¿acaso estaban en desorden?
--Totalmente hasta hace unos segundos –te explica el libro—ocurre que es tanto el tiempo que ha transcurrido desde la última ocasión que alguien nos leyó, que las letras y las palabras se mueren de aburrimiento y salen a conversar unas con otras, se cambian de página, si alguien las viera en esas condiciones sólo leería garabatos ininteligibles, incluso hay algunas que me han pedido permiso para explorar otras novelas, cosa que por supuesto no permito Es que yo soy una simple novela que envidia a los libros de texto o los que abordan temas científicos y a diario son “devoradas” por decenas de estudiantes de todos los niveles.
--Hace días—continua el libro-- dos hombres se acercaron a mi y uno de ellos leyó el nombre de mi autor. No lo conozco, dijo el otro, y yo estuve a punto de decirles a ambos: Con esa actitud nunca van a conocerlo, conoscanlo, lean en mi como ve él las cosas o como quisiera que fueran. Los escritores de novelas por medio de su fantasía nos llevan a países, tiempos y escenarios que por ustedes mismos nunca conocerán. Sin embargo callé. Seguramente no eran los lectores que yo necesito.
--Te conmueve el discurso de el libro. Lees algunas páginas. Lo depositas nuevamente en su sitio luego de prometerle ir cuantas veces te sea posible a visitarlo e insuflar aire entre sus páginas. El libro te lo agradece y te dice que quizá algún día te permita verlo con todas sus letras y palabras celebrando con júbilo y en completo desorden tus frecuentes visitas.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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