Por: J. M. Rentería
Compártelo en:
Un cuento
El anillo
Por Jesús Manuel Rentería
--Te va a parecer una frase muy trillada, pero… el problema está en mi, no en ti—dice la preciosa morena mientras se estruja las manos y juguetea con la sortija de compromiso que lleva en el dedo anular de
--No me explico porqué de un día para otro me dices que quieres romper nuestro compromiso, cuando tenemos ya casi un año con los preparativos para la boda y ya lista la casa donde viviremos—dice él, un hombre también moreno y sumamente apuesto. La pareja se encuentra sentada a la mesa de un bar casi desierto a esa hora de la tarde
--En realidad—arguye la morena—no es de un día para otro, ya tengo varios mese con la idea de que nos precipitamos, los dos somos muy jóvenes aún para amarrarnos en un matrimonio, debemos conocer más personas…..
--No necesito conocer a nadie más – la interrumpe él vivamente- tu llenas todas mis expectativas, eres exactamente el complemento a mi vida, vivo en función tuya, te amo, lo sabes..
--Yo tambien te amo, sin embargo creo que aún tengo muchas cosas que hacer antes de casarme, viajar, divertirme, ejercer mi carrera, en fín.
--¿acaso conociste a alguien? -Interroga él- hace una larga pausa, aspira profundo, suelta el aire lentamente y deja salir las palabras como si le doliera hacerlo, si es así y ya está en tu vida no me importa, mi amor por ti es tal que prefiero compartirte antes que saberte totalmente ajena.
--¿Cómo puedes decirme eso? Se indigna la mujer con la cara súbitamente enrojecida por la ira, --sabes perfectamente que yo fui educada con otros principios morales.
Durante los últimos minutos ella trata en vano de quitarse el anillo de oro con un brillante que él le diera al formalizar el compromiso.
--Debo tener el dedo hinchado y por eso no sale—explica mientras se retira de la cara un mechón y se restrega los ojos quizá para evitar la aparición de una lágrima.
--No quiero que me devuelvas ese anillo, nunca podrás romper nuestro compromiso, aunque nunca nos casemos siempre serás mi prometida, tomate un tiempo y luego hablaremos—dice él con la ronca voz convertida en un susurro apenas audible. Se pone de pié, paga la cuenta y se retira del lugar.
--Si te pones en ese plan desde este momento doy por roto nuestro compromiso definitivamente. Luego te envío tu anillo.
Ella se queda unos minutos más contemplando la argolla matrimonial y reinicia los intentos por retirarla de su dedo. No cede, es como si estuviera pegado.
Pasadas algunas semanas y después de aplicarse toda clase de lubricantes para retirar el anillo, decide buscar ayuda profesional para ello, acude al médico quien luego de revisarla le dice: no me lo explico está unida al dedo, es como si hubiera nacido con ese anillo en su dedo, tendría que amputarlo…
Días después recibe él en su oficina un pequeño estuche de color negro con una pequeña nota. En el interior del estuche descubre con horror el anillo de su amada….dedo incluído.
|
...............................................
...............................................
|
Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
|