LOELLA.....PARA ALEJANDRA
Por: J. M. Rentería
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Conduces tu auto por un camino de terracería. Vas despacio, a vuelta de rueda, buscando el lugar idóneo para tu loquísima idea. A tu lado, en el asiento del copiloto llevas unos zapatones del número 11 --tu calzas del 7 y medio--; un pantalón de mezclilla
Por Jesús Manuel Rentería
Finalmente encuentras el sitio --aquí-- te dices. Con calma observas el lugar durante dos minutos escasos. Es un plantío de sorgo. Desciendes del vehículo y con la misma parsimonia cargas al hombro el pantalón y la camisola, en la mano derecha llevas los zapatos y te calas el sombrero. Debo estar loco --dices en voz alta-- los espantapájaros ya ni se usan en estos tiempos. Te paras unos segundos en el límite del sembradío cuyas plantas alcanzan apenas unos cuarenta centimetros de altura. Unos cuantos cuervos graznan al detectar tu presencia y levantan el vuelo. Creo que si es necesario un espantapájaros -mascullas--. Caminas hacia el centro del plantío y te detienes a unos cincuenta metros. Por encima de tu ropa de pones la otra -el pantalón y la camisola viejos y de varias tallas mas grandes que las que tu usas, te calzas los viejos zapatones. El sombrero ya lo llevas calado, Finalmente arrancas unos hierbajos, tomas uno en cada mano, extiendes ambos brazos y te quedas inmóvil. Ya está, eres un real espantapájaros, Ahora sólo queda esperar ,¿pero esperar a que? te preguntas. A loella, te respondes. Debo estar loco.
En esa misma posición te quedas durante un tiempo que no puedes precisar. Mientras tanto te imaginas a Loella gesticulando fieramente mientras dice toda suerte de sortilegios y maldiciones que no tienen otro propósito que ahuyentar a algún intruso que pretendiera acercarse al pequeño bosquecillo en el que está su hogar. Loella con sus cabellos color paja, su boca pequeña y sus grandes ojos color miel. Pequeña para sus trece años. Calzada con mocasines de piel sin curtir; cubierta siempre con un gran suéter color verde que alguna vez fue de su madre y que le llega casi hasta los tobillos. Loella hurgando de madrugada en los botes de basura de la panadería y la carnicería en busca de algo comestible y comible para llevar a sus 2 hermanos gemelos que ven en ella a su madre proveedora y protectora. Loella al atardecer recolectando setas, bayas y leña para abastecer su hogar. Loella llegando hasta ti para tomar de los bolsilos de tu chaqueta los chocolates, dulces y galletas que como por encanto aparecen ahí. Debo estar loco, te repites.
Tu corazón late apresuradamente, casi con violencia. A lo lejos divisas la diminuta figura verde que crece a medida que se aproxima a ti, si es ella, es mi Loella, te dices. Se detiene a tres metros de ti. La observas. Tiene los mismos rasgos de su madre, es hermosa. Ella comienza a caminar en círculos en torno tuyo mientras tararea alguna cancioncilla. Aumenta la velocidad, parece que levita. Su dorado cabello se alborota mientras ella no para de reír. Finalmenta se detiene exhausta, se aproxima a tí que no has perdido la inmovilidad en todo ese tiempo. Sólo hay un cambio, una enorme sonrisa ilumina tu rostro. "Los espantapájaros no sonríen, estan ahi para espantar" te reclama Loella mientras te jala la camisola obligandote a hincarte. Entonces te pasa los brazos por el cuello. Sientes su helada naricilla y su cálido aliento cuando te dice: Soy Loella. Tu respondes: Entonces eres mi hija, vamos a casa.
Loella es la protagonista de "La hija del espantapájaros" hermosa novela de la escritora Sueca María Gripe.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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