EL MEXICANO
Por: J. M. Rentería
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Sentado frente a la mesa de un café ubicado en el centro de Milán, Adrián recorre el aviso clasificado de IL Giornale, uno de los diarios de mayor circulación.
Radicado desde hace varios en aquella ciudad de Italia en donde cursa estudios de filosofía, Adrián, egresado de la facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua, se encuentra desempleado. Durante su estancia en Milán ha desempeñado los más diversos empleos, entre ellos uno de ayudante en una panadería.
Es un hombre de 1.82 metros de estatura. Tez blanca. Complexión delgada. Cabello negro ligeramente largo y ondulado. Barba y bigote prematuramente blancos. Cejas pobladas y naríz recta. Viste pantalón caqui y un saco en color ligeramente más oscuro.
Recorre con calma la sección de empleos en el periódico. De pronto llama su atención uno de ellos. “Solicitamos caballero mexicano para imagen de campaña publicitaria. Acudir a……”. Saca del bolsillo interior del saco un bolígrafo y encierra el texto en un círculo. Termina su café, paga el consumo y con el periódico bajo el brazo sale a la calle y se dirige al sitio indicado.
En poco tiempo se encuentra en las oficinas de la agencia publicitaria donde lo recibe una guapa secretaria.
--Buen día, saluda..
--Buen día, responde la empleada mientras suspende la lectura de algún documento—diga usted…
--Me interesa la oferta de empleo, dice Adrián mostrando el periódico.
--Si, entiendo, ahí se indica que necesitamos un mexicano.
--Claro, lo leí, yo soy mexicano.
--Pero…, repone la guapa secretaria un poco turbada, mientras recorre de arriba abajo la figura de Adrián— es que no lo parece, espere un momento por favor.
Se levanta y se introduce por una puerta lateral que da a una amplia oficina en donde, sentados en sendos y cómodos sillones se encuentran dos hombres, ambos ejecutivos de la empresa. Uno de ellos alto. De piel blanca. Barba de candado y vestido con un traje de lana gris oscuro sobre un suéter de cuello redondo gris claro. El otro, un hombrecito que apenas rebasa el 1.60 de estatura. Prietito. Enormes y saltones ojillos negros. Cabello también negrísimo y una panza que denota una fuerte afición a la pizza y el spaguetti.
--Aquí afuera –les informa la rubita, está un señor interesado en la campaña de publicidad que vamos a iniciar, sólo… que no parece mexicano
Los dos hombres intercambian una mirada de extrañeza y casi al unísono le indican –que pase—
--Buen día, saluda de nuevo Adrián.
--Nos dicen que le interesa el empleo, inicia el prietito chaparrón sin devolver el saludo.
--Así es.
--Creí que ahí se indica con toda claridad que necesitamos un mexicano, secundó en tono áspero el otro.
--Yo soy mexicano, concretamente del Estado de Chihuahua que hace frontera con los Estados unidos, informa Adrián en el mismo tono casi violento de su interlocutor.
--Es que no lo parece, interviene de nuevo el bajito con toda la “pinta de chilango”.
--Parece usted más Italiano que muchos de los que sí nacieron aquí, dice el más alto mientras inclina ligeramente la cabeza a donde se encuentra el prietito que recuerda bastante a nuestro insigne Don Benito Juárez García o cuando menos a la cabeza Olmeca que ilustraba los libros de texto de primaria que Adrián había conocido.
Un poco “amoscado” por la alusión a su persona, el morenito dice:
--Definitivamente no nos da el “tipo”.
--Pero ustedes solicitaron un mexicano y yo lo soy, argumenta Adrián mientras de una bolsita tejida que muchos italianos llevan colgada al cuello saca sus documentos.
El italiano alto adelanta la mano derecha y dice:
--No es necesario que nos lo compruebe, le creemos, lo que nosotros requerimos s un mexicano que sí parezca mexicano, otra vez será, gracias por su interés.
Llega Adrián a su casa y comenta con su esposa Valentina lo ocurrido y ella sumamente divertida lo consuela.
--Es que tienen razón, tu no pareces mexicano, al menos no tienes la imágen que los europeos tienen de los mexicanos, no saben que en los estados del norte la mayoría son altos y no necesariamente gordos. Tampoco saben que en algunas regiones de Chihuahua hay hombres y mujeres rubios y de ojos azules o verdes. No te preocupes, seguro algo saldrá mas adelante.
Semanas después, caminando los dos por las calles de Milán se encuentran ante un enorme cartel que publicita un producto importado desde México en el que se muestra un hombrecillo vestido de charro o de mariachi. Adrián no puede contener las carcajadas. Ríe hasta las lágrimas.
--Que te pasa? Se intriga Valentina.
Intenta Adrián explicar, sin embargo el acceso de risa no se lo permite. Luego, ya más calmado pero aún divertido le dice.
--Te acuerdas que te dije que uno de los dos tipos era chaparro, prieto y panzón? ¡ el es ¡ sólo que ahora con sombrero charro, y enormes patillas y bigote, querían un mexicano pero nunca dijeron que un Oaxaqueño.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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