LOS LÍMITES DE LA DEMOCRACIA
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Por Dr. Mario de la Peña
El sueño de Platón era que la voz de todos fuera la que al final fuera escuchada para la toma de decisiones comunes al pueblo o ciudad.
Grecia era después de todo un conjunto de ciudades-estado y no un país como nosotros, con fronteras y una gran diversidad de condiciones físicas y geográficas. En una democracia perfecta debe de contar la voz de todos. TODOS.
Un ejemplo se puede ver en las tribus de Panamá. Cuentan que los gobiernos de Colombia y Panamá han querido hacer una carretera sobre el Darién para finalmente comunicar por carretera la Ciudad de Panamá con Medellín, Colombia. Para ello se envió una comisión de ingenieros a explorar la zona. Lo que encontraron fue un grupo de familias que habitaba la selva tropical de esa área, a quienes pidieron permiso para construir la carretera pasando por su comunidad. Los ingenieros fueron invitados a una comida durante la cual se reunió todo el pueblo, jóvenes, niños, ancianos, todo mundo.
El líder de la comunidad, tras deliberar entre las distintas voces, fijó como plazo para llegar a una decisión una semana durante la cual los ingenieros eran bienvenidos a su comunidad para conocerse mejor. Durante esa semana los ingenieros se dedicaron a medir el terreno principalmente. Aceptaban invitaciones a comer de los vecinos, pero raramente comían de sus alimentos por encontrarlos extraños, basados principalmente en las frutas tropicales y raíces recolectadas, esta comunidad no es agrícola, y solo recolecta lo que la selva les ofrece. Al final de la semana se convocó una nueva reunión con todo el pueblo para deliberar abiertamente si les convenía la carretera o no.
La respuesta fue NO. Las opiniones de porque esa había sido la decisión les fueron enumeradas. La más importante era que al entrar la carretera se iba a destruir buena parte de la vegetación que era su fuente de alimento. Se discutió si las fuentes de alimento del exterior serían buenas para su alimentación, y los ingenieros llegaron a prometer traerles de todo lo que ofrece la civilización. Pero la objeción a esto era más profunda. La selva ofrece sus alimentos a cambio de muy poco, había que ir a recoger los frutos causando el menor daño posible para que los árboles siguieran produciendo normalmente. En cambio depender de lo que les trajeran de otro lado los ponía en gran vulnerabilidad. No podían confiar en que siempre tuvieran lo que necesitaban a tiempo y de la calidad a la que estaban acostumbrados, pues necesitarían de refrigeradores, luz eléctrica, vehículos de gasolina y muchos otros implementos de la civilización. Para obtener todo eso además había que entrar al sistema monetario. Se tendría que dar valor a las cosas en moneda en vez de los intercambios directos en los que ambos participantes acordaban. La valoración monetaria como ellos la veían era la manera de perpetuar intercambios injustos en los que se da valor a cosas que no lo tienen y viceversa a favor de unos cuantos intereses.
Finalmente las opiniones que aseguraron la negativa de la comunidad fue la de los niños y ancianos. Los niños opinaron que mientras los ingenieros estaban allí, ninguno de ellos se puso a jugar con ellos, que los ninguneaban como si no existieran. Algo semejante fue argumentado por los ancianos. El porcentaje de pobladores que era “menor de edad” en la comunidad era mayoritario, así que su opinión era contundente.
La carretera del Darién nunca ha podido ser construida, no solo por las opiniones de sus habitantes, que en apariencia se han respetado, sino porque la selva es impenetrable y no se puede lograr el proyecto sin la cooperación del que realmente conoce la selva. La otra opción es prenderle un cerillo y convertir el área en desierto, como ya se ha hecho en otros lados.
Este es solo un ejemplo para meditar sobre nuestra propia democracia, y la importancia de que todos los que legalmente pueden votar lo hagan. Hace años que se le dio voto a la mujer. Pero aún tenemos a la mayoría de los habitantes sin votar: los NIÑOS.
Estamos asumiendo que nosotros los adultos siempre veremos por ellos comprendiendo todo lo que les preocupa y requieren. Pero la realidad es distinta. Tenemos muchos niños descuidados, sin escuela, sin alimento. No estamos haciendo las cosas bien, y de pilón tenemos sus voces calladas y sin derechos reales. Se presume que están en formación y su criterio aún no está desarrollado.
Y bien me pregunto por el grado de desarrollo del criterio de muchos adultos. A diferencia de los adultos, los niños tienen un potencial a desarrollar y que con apoyo pueden llegar más lejos que lo que nosotros pudimos.
Pero bueno, aun no podemos ponernos de acuerdo entre los adultos votantes, imagínese ahora los partidos dedicados a minar la salud mental y opinión de los niños para conseguir el voto, como lo han estado haciendo los traficantes de productos para niños, que con caricaturas y programas para niños han logrado que nuestros niños coman basura y chatarra, exijan juguetes inútiles o con propósitos militaristas o simplemente violentos para entrenar a los futuros terroristas o asaltantes a mano armada. Les enseñan que no se es hombre de verdad si no fuman y consumen bebidas alcohólicas, o que pueden volar si se ponen la capa de superhéroe. De cuando en cuando se tira algún inocente por la ventana envuelto en la toalla con el emblema de la “S.” Les enseñamos a mentir contándoles las fábulas más descabelladas, como la del gordo de rojo y otras.
Al final eso se convierte en nuestro mayor argumento para que no voten. Me pregunto, cuantos adultos no están en la misma situación, de creerse cuanta cosa les decimos por la televisión, y sin embargo votan. En dónde está la línea de demarcación de quién es suficientemente inteligente y responsable para echarse a cuestas el destino de los demás.
¿Cree de verdad que es por su bien? No será que es una cuestión de dominio. Yo lo hago por ti pero tú me obedeces y haces lo que yo diga. ¿No me cree? ¿No han salido a la prensa recientemente casos de abusos de toda clase a niños y niñas de nuestra comunidad? Y no era solamente porque en la tienda de la esquina no les dieron el cambio completo de los cigarros que les mandó comprar papá o mamá.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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