LOS MISERABLES
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Por Dr. Mario de la Peña
Víctor Hugo escribió la novela de “Los Miserables” en 1862.
Se trata de uno de esos libros que nos hacen leer en la escuela secundaria en la clase de literatura. Pero como todo lo que nos hacen leer a la fuerza o por una calificación, su efecto en transformar nuestro pensamiento es nulo o casi nulo, especialmente si tenemos un maestro de literatura de los que abundan, que hacen su trabajo sin vocación o convicción, o hasta sin educación, si en su Escuela Normal se la pasó en huelgas y plantones, viviendo su miseria.
Y sin embargo la novela de Los Miserables es exactamente sobre lo mismo que impidió a esos maestros a prepararse como era debido: porque llevar una vida miserable, es convertirse en una máquina de trabajo rudo, pero sin alma. De acuerdo a la novela, que le invito a leer, o si gusta ver las películas que han abundado en todo el siglo 20 y hasta el 21 con una película animada (2007) y un musical-película (2012), han todos coincidido en recordar la historia del exconvicto Jean Valjean como un personaje que sigue vigente y con el cual nos podríamos fácilmente identificar, si nos consideramos que si bien hemos trabajado toda la vida y sin embargo errores relativamente pequeños nos hay llevado a desgracias debidas no tanto a nuestras culpas sino a un sistema diseñado para explotar a las mayorías y auto-justificarse.
En términos modernos, sería el abuso de la clase dominante económicamente sobre la mayoría pobre. Delicias a pesar de que algunos presuman de que sea una ciudad sobresaliente, y hasta de “primer mundo,” sigue teniendo una gran mayoría con empleos que apenas les da para comer o simplemente se sobrevive en el desempleo, mientras otros utilizan al cuerpo de bomberos como sirvientes para llenarles las albercas privadas usando los hidrantes diseñados para salvar vidas y propiedad en incendios, y que la sociedad paga como impuesto predial y otros.
Y para aquellos que definen a Delicias como de primer mundo lo dicen con gran ignorancia o sin ella, ya que si visitamos una ciudad de primer mundo actual, ¿cuál le gusta? Encontrará allí también sus barrios de miseria. Pongamos por ejemplo Denver, Colorado. No se le olvide que el clase mediero denverita vive con recursos semejantes al equivalente de clase alta deliciense o hasta más, con salarios 10 veces más altos haciendo el mismo trabajo. Una ciudad enorme, pero que justo al sur del área comercial céntrica se encuentran barrios de mexicanos, muchos ilegales, que no hablan el inglés y su español ya se les olvidó. Y así como viven en la incomunicación, viven en la ignorancia, se reúnen en pandillas callejeras que de cuando en cuando desatan balaceras por el control del territorio en el que venden drogas, no para ellos, sino para el güerito o de cualquier color que puede pagar por ellas. Los territorios más disputados son las High Schools o secundarias, pues allí el inicio de los consumidores es más fácil, y aseguran que los clientes graduados sigan recurriendo a su mercancía como adultos. Al este del centro de Denver están los barrios negros. Misma historia. Al oeste los de vietnamitas, etc., etc. Denver es un buen modelo que hasta se ha caricaturizado en la serie animada de televisión “South Park” en donde se muestra la vida del “White Trash” o habitante blanco de los barrios, que aunque más barriditos, no dejan de mostrar el racismo y otros males sociales de la ignorancia y miseria humanas.
Y bueno, ante esto, en Delicias, no vemos estos extremos del primer mundo, por lo que no calificamos para la descripción de primer mundo dada en el ejemplo de Denver o cualquier otra ciudad del vecino país.
La novela Los Miserables, toca otro punto muy interesante, y es que cuando cambiemos de caras políticas, los vicios sociales no desparecen. En Francia, la Revolución francesa trajo a Napoleón, que después de liberar a Francia de la monarquía, terminó en el establecimiento de una monarquía propia, traicionando los principios mismos de la Revolución que lo había apoyado. Así la Revolución Mexicana, dio pasos de avance, pero también de retroceso que aun vivimos a poco más de un siglo. Nuestra ciudad está irremediablemente en medio de todo esto, hemos sufrido los reveses que nos han colocado como una ciudad mediana en medio de uno de los Estados con mayor violencia nacional en los últimos 10 años.
Las promesas del cambio democrático de Fox mostraron sus frutos en el sexenio Calderonista. Hoy por hoy estoy seguro que nuestros vecinos o nosotros mismos podríamos ser modernas versiones de Jean Valjean, Javert, Fantine, Cossette, Marius y todo el elenco, viviendo en nuestra propia vida, los capítulos de Los Miserables en pleno siglo 21.
El mismo Victor Hugo define que la vigencia de su novela persiste aún más allá de su época. Mientras haya un “humano sometido a la necesidad extrema es conducido hasta el límite de sus recursos, y al infortunio para todos los que transitan por este camino. Trabajo y salario, comida y cobijo, coraje y voluntad, para ellos todo está perdido. La luz del día se funde con la sombra y la oscuridad entra en sus corazones; y en medio de esta oscuridad el hombre se aprovecha de la debilidad de las mujeres y los niños y los fuerza a la ignominia. Luego de esto cabe todo el horror. La desesperación encerrada entre unas endebles paredes da cabida al vicio y al crimen... Parecen totalmente depravados, corruptos, viles y odiosos; pero es muy raro que aquellos que hayan llegado tan bajo no hayan sido degradados en el proceso, además, llega un punto en que los desafortunados y los infames son agrupados, fusionados en un único mundo fatídico. Ellos son "Los Miserables", los parias, los desamparados”.
Y en Delicias seguimos teniendo nuestra buena dosis de miseria. Lea los periódicos con los detalles. Asesinato, ejecución, violación, robo. Pero la miseria no solo está en los desprotegidos y desesperados, sino en muchos de sus funcionarios públicos que usan los gobiernos municipales como agencias de compraventa de terrenos públicos, enriquecimientos misteriosos, construcción de elefantes blancos, o simplemente elefantes a medias, porque parece que algunos de los elefantes actuales no van a ser terminados más allá de las patas, pero con el precio de la obra completa. No nos confundamos, la miseria más grande no está en el desesperado que no tiene, porque este se calma al saciarse, sino en el muerto de hambre que ya tiene, pero que le quedó la costumbre de la miseria en el alma. La miseria nos degrada, y seguimos en ella aunque lleguemos a tener los satisfactores que nos llevaron a la miseria. Las heridas de la miseria toman generaciones en sanar.
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Por: Dr. Fernando A Herrera Martínez |
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